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El Presidente fue a votar y se fue abucheado

El gobierno de Javier Milei, más allá de lo estimado por algunos o muchos como su asombroso nivel de improvisación ejecutiva, es tan de manual en sus consecuencias que ofrece no un único pero, sí, principal desafío. Y es reconocido a derecha e izquierda: ¿Cuál será la capacidad de aguante por abajo y, en particular, de la clase media?

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Si fuera por el “protocolo antipiquetes” impulsado de inmediato por quien desea volver a sentirse la Comandante Pato, se diría que el propio Gobierno considera urgente tomar medidas punitivas o de amedrentamiento. Pero eso no conduce a una respuesta que pretenda ser de fondo. Todo lo que hacen es admitir, rápido, que a la corta, mediana o larga el ajuste no cierra sin represión.

Sin embargo, también es de manual que tarde o temprano no habrá represión suficiente para enfrentar con éxito protestas masivas y suma de rebeldías.

Dicen que van a fotografiar a la gente; que las fuerzas de Seguridad podrán actuar sin orden judicial; que lo constitucional les importa tres pitos porque prevalece el derecho a la libre circulación y que (Pato la Pistolera dixit) los miles que marchen el miércoles próximo deberán hacerlo “por la vereda”. Esto último, sobre todo, debería dejarnos con la boca abierta. Pero, ¿acaso no es análogo a la ya desopilante contestación del vocero Manuel Adorni, el miércoles, cuando a la pregunta de si piensan tomar medidas complementarias para mejorar el poder adquisitivo de los trabajadores respondió “bueno, mmh, no, no sé específicamente a qué, a qué, a qué te referís con el tema de los ingresos…”?

No complejicemos demasiado cuestiones sencillas. Sea la seguridad, la economía o lo que fuere, para esta gente no hay gente. Hay una planilla. Un Excel.

Es aquello en lo que prima la colaboración con el Gobierno del reaparecido Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central en el macrismo hasta que voló en simultaneidad con el Messi financiero Toto Caputo porque, después de intervenir en el diseño del préstamo fondomonetarista para (como dijo Macri) salvar a los bancos y fondos de inversión, no daba que siguieran por razones de imagen, viste.

Sturzenegger, quien integró el equipo de Domingo Cavallo como protagonista del Megacanje y el Blindaje durante Fernando de la Rúa, es el genio redivivo que tiene dibujado cómo eliminar miles de regulaciones que afectan a “las fuerzas productivas” (dijo y diría José Martínez de Hoz).

Y es, asimismo, la figura que suena como Cavallo 2.0. Si no es ese nombre, será otro aunque, hoy, es complicado imaginar cuál porque el viento internacional no está a favor y las joyas de la abuela desaparecieron salvo comprometer recursos naturales y la plata de los jubilados para ofrecer en garantía. Todo a pasar por el Congreso, pequeño detalle, bien que allí las convicciones y lealtades suelen tener ciertas quebraduras.

Mientras el cuerpo aguante se licuan salarios e ingresos informales por vía inflacionaria; el déficit fiscal se reduce por obra de la recesión sin emisión monetaria y, oh sorpresa, cuando el cuerpo ya no aguante porque el Excel se olvidó de la gente vendrá, ahí sí, algún otro genio de las planillas.

Milei y todos los suyos están encerrados ahí, con el Excel.

De hecho, salvo por el video del viernes en modo tiktokero, un retuit sobre el verso de la “bomba de las Leliq”, su abucheada asistencia para votar en Boca como hincha de River y su viaje a Bahía Blanca por el temporal, el Presidente no volvió a aparecer después de asumir con ese discurso, indescriptible, a espaldas del Congreso, en la pretensión de hablarle al pueblo. No a esa casta respecto de la cual todavía se espera algún gesto ya no de motosierra, sino y siquiera de recorte a menos, claro está, que se crea en el humo de reducir ministerios, choferes, refrigerios y costo del seguro por los cuadros de Olivos.

El Messi Caputo debió regrabar su mensaje, postergado varias veces, porque estaba muy nervioso y, tras que no tiene un gramo de carisma, no presenta retrato de autoridad. Es así que los fronting centrales son dos y casi nadie más. Diana Mondino, la canciller que habla o contesta de cualquier cosa porque es una ultraconservadora cordobesa que, empero, tiene alguna fineza estilística para cabecear todos los centros. Y el citado Adorni, quien ganó el Martín Fierro como mejor twittero, buen tipo según coinciden en el ambiente, pero al que le faltan toneladas de sopa para bancarse todos los días la defensa de lo indefendible.

De acuerdo con tales apreciaciones generalizadas, esto demuestra aquello de lo improvisado del Gobierno a más de ¿consabidas? razones de fondo.

Al sector privado no le voy a tocar un peso, dijo Milei, pero ahora me di cuenta de que debo tocarlo un poquito, un 40 por ciento, nada más que transitorio. De la casta olvidate. Re-primarizo la economía a favor del agro sojero, en contra de la industria para, encima, afectar con retenciones las economías regionales. Y la yapa de una nueva deuda externa, emitiendo un bono a 2027, nominado en dólares. Caputazo puro, de lo que varios economistas avizoran como una nueva estatización de deuda privada para favorecer a las grandes corpos locales de grupos multinacionales. En otras palabras, estatización de la deuda entre muy buena parte de ellos mismos.

Según cualquier fuente libertaria o de sus adyacencias que se consulte, la apuesta del Gobierno es a) atravesar el verano gracias al efecto de una temporada bancable por servicios ya contratados; b) llegar a marzo/abril/mayo con las expectativas e ingresos de la cosecha, respectivamente, más alguna soga del FMI, y c) alcanzar mitad de año con una inflación en descenso, por obra recesiva, que trace imagen de que el sacrificio está valiendo la pena.

Ahora bien: tales “aspectos”, que dudosamente estarán haciendo carne en la mayoría de la población, incluyendo a los votantes de Milei, ¿cuánto aguantan una vez descubierto que esto es menemismo reciclado con el inestimable aporte macrista?

¿Cuánto se sostiene no ya la tolerancia de los sectores populares, altamente entrenados en la pobreza estructural y para los que habría “billetera abierta” desde el Ministerio de Capital Humano (vaya definición)?

¿Cuánto bancan los sectores medios, empezando por el protestódromo porteño que dirige el humor social, mediático, cultural, y que ya ve precios inalcanzables de las cosas básicas, y que a la vuelta de las vacaciones deberá afrontar la canasta escolar?

¿Cuánto seguirá que sólo reaccionan los gremios estatales y los movimientos sociales? ¿Cuánto permanecerán el dialoguismo y los comunicaditos de la CGT? ¿Cuánta saliva tragarán los industriales ligados al mercado interno?

¿Cuánto será cierto que quienes votaron a Milei lo hicieron a completas sabiendas de lo que hacían? ¿Y cuánto que lo hicieron porque escucharon -oyeron, en rigor- lo que más les sintonizaba con la bronca?

¿Cuánto será más fuerte que se asume la necesidad de “algún tiempo” concedido para dolarizar, y dinamitar el Banco Central, y acabar con “la política”? ¿O más fuerte que me prometiste algo así que todo de entrada, aunque sea en algunos gestos, y ahora está resultando que ni de lejos?

¿Y cuánto se extenderá la replegada absoluta del peronismo, del progresismo, cualquiera fuese la acepción que hoy tengan esos términos por fuera de la única figura, Axel Kicillof, capaz de haber sobrevivido a fuerza de gestión y honestidad?

La respuesta solitaria o clave es que acá sigue habiendo lugar para hacerse esas preguntas.

Eso es lo apasionante de la Argentina aun o sobre todo hoy, cuando, comprensiblemente, parece que la depre política nos llevó puestos a todos.

El «Negro» de Don Torcuato aplastó a la casta macrista

Juan Román Riquelme, flamante presidente electo de Boca. (Fuente: EFE)
Juan Román Riquelme, flamante presidente electo de Boca.. Imagen: EFE
A fines de los ’90, la dirigencia que encabezaba Mauricio Macri había rebautizado como el «Negro» al hijo de la María, el conflictivo pibe de Don Torcuato que osaba reclamar que le dejaran de pagar como un juvenil cuando era el mejor futbolista de la Argentina. Lo quisieron sacar rápido del club con una transferencia express al Parma por más que el proyecto de crack decía que su sueño era ser campeón con Boca. Le filtraron sobre ruedas a la prensa un contrato de dudosa procedencia para intentar dejarlo mal parado frente a los hinchas. Le quisieron armar sin su consentimiento un 0-600 para que los fanáticos pagaran el contrato que la dirigencia no le quería pagar. «Quieren hacerme quedar como el hijo de puta a mí», respondía Juan Román Riquelme en aquellos años, cuando su discurso era casi monosilábico, pero igual de contundente al de hoy.

El recuento es apenas un resumen vago de aquellos primeros años de la relación entre Macri y Riquelme, que este domingo sumó un capítulo casi definitivo, con un contundente triunfo que coronó al ídolo como nuevo presidente de Boca por los próximos cuatro años. Pero sobre todo, marcó un puntapié definitivo contra el macrismo en la mismísima cuna donde nació.

Riquelme ya había vencido al aparato macrista en 2019, pero en otras circunstancias: en medio de la salida del Gobierno nacional, con un candidato casi desconocido como Christian Gribaudo, con un desgaste evidente después de ocho años de presidencia de Daniel Angelici y después de venir de perder la final de la Libertadores en Madrid.

Ahora fue diferente. Primero, porque aplastó mano a mano al Macri candidato. Ni siquiera le hizo sombra que la oposición puso toda la carne en el asador, desde la búsqueda de ligarlo al kirchnerismo como la promesa de un proyecto de estadio de imposible concreción, hasta usar a otros ídolos del club como Martín Palermo o Rolando Schiavi. Y porque en el camino tuvo que pelear contra todo el aparato judicial del macrismo, el poder mediático detrás del expresidente y hasta la insólita presencia del exhincha de Boca -según sus propias palabras- Javier Milei. En definitiva, el hijo de la María, el Negro de Don Torcuato, le ganó por paliza a toda la casta macrista.

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