Redacción de RiojaLibre
La definición literal de ‘desesperación’ nos dice: «Pérdida total de la esperanza. Pérdida de la tranquilidad de ánimo y la paciencia». Inmejorable manera de describir lo que está sucediendo en el bederismo. Beder perdió la esperanza, la paciencia y la tranquilidad; por eso se recurren a conductas inexplicables y desesperadas.
Como consecuencia de esa desesperación se obtienen -valga la redundancia- medidas desesperadas: intento de juntar a dirigentes que tienen diferencias irreconciliables (no solo políticas, sino personales) y forzarlos a reir ridículamente. Risas que nadie cree, ni siquiera el más ultrabederista. El Bosettista sabe mejor que nadie el odio visceral que su líder tiene sobre el Secretario de Tierras, por eso es el primero en descreer de esas risas.
Otro resultado es la difamación. Ante la imposibilidad de explicar las acusaciones que se les imputa, el desesperado intentará lavar sus culpas denunciando a otro para desviar la atención. No importa que tan falso o ridículo sea lo que se diga, la desesperación no deja discernir claramente. Todo vale.
Lo triste es que el final de un desesperado nunca es positivo. Paradójicamente, ese desenlace que intenta evitar tan desesperadamente se transformará en el mal menor, porque fruto de los actos desesperados se arribará a un final más trágico aún.
En esta historia de risas desesperadas, culminamos con una frase magistral de Milán Kundera, de su inolvidable «El libro de la risa y el olvido»: Una risa forzada. Una risa ridícula. Una risa tan ridícula que tuvieron que reírse de ella.