La Rioja es centro de conflicto. En esta ocasión el foco de atención no es el enfrentamiento entre el gobernador kirchnerista Beder Herrera y los ambientalistas de Famatina, sino las movilizaciones estudiantiles que terminaron con el alejamiento del rector de la Universidad Nacional de La Rioja (UNLaR), Enrique Tello Roldán. El despido masivo de profesores, las drásticas rebajas salariales y el descontento con el ex rector marcaron un punto de inflexión en los 26 años de mandato ininterrumpido al frente de esta institución.
Aunque sería absurdo desestimar la fuerza con la que los estudiantes se han movilizado, un hecho no menor teniendo en cuenta la falta de antecedentes en esta institución, pensar que la renuncia de Tello Roldán responde pura y exclusivamente al accionar del estudiantado sería un error. Un análisis más profundo nos permite apreciar fuerzas ajenas al movimiento estudiantil que han posibilitado que el conflicto en la UNLaR tenga este desenlace. Primero, la proximidad de las elecciones legislativas de octubre y el alto costo político de la alianza que mantienen el ex rector y el gobernador Beder Herrera. Segundo, el debilitamiento progresivo del oficialismo. Tercero, la capacidad y el oportunismo de varios sectores de la oposición riojana para capitalizar electoralmente la causa estudiantil. Finalmente, la pasividad del kirchnerismo, un aliado estratégico del ex rector Tello Roldán, para intervenir en la búsqueda de una solución a este conflicto.
Las consecuencias de lo ocurrido en la UNLaR posiblemente trasciendan el ámbito universitario. Una lectura amplia de lo sucedido en las últimas semanas nos sugiere que el mensaje del movimiento estudiantil quizá no tenga como único destinatario a la futura administración de la universidad, sino también al gobernador Beder Herrera. En otras palabras, las consecuencias políticas-de cara a las elecciones ejecutivas del 2015- pueden ser irreversibles para el oficialismo de continuar dilatándose una salida favorable al conflicto que sacude a la provincia.