Carta Anónima de un Estudiante:
El rector que llegó al poder democrático de mano del bederismo
¿Puede iniciarse un nuevo proceso con viejas mañas? ¿Puede aspirarse a un gobierno limpio cuando se llegó a él manchado?
Todos vimos la asunción heroica. Vimos a los estudiantes aplaudir y ceder el poder que la comunidad universitaria había logrado con la toma a un rector normalizador que debía finalizar muchos procesos comenzados en el movimiento histórico. Vimos la fe de más de 50 mil depositadas en un hombre que pese a su pasado en la política como ministro de Ángel Maza, parecía el aire de renovación que necesitaba la Casa de Altos Estudios.
Nadie preguntó que se sabía de él. Poco se supo fuera de la Universidad cómo un hombre con nula transcendencia en el proceso, de repente era proclamado como la máxima autoridad de la que se esperaba una brillante finalización de los ideales de toda una comunidad universitaria que había parado su vida por casi un mes para que la injusticia perpetuada a lo largo de 26 años cese.
Fabián Calderón no era conocido en la toma. Ni siquiera estuvo aquel convulsionado 18 de septiembre que luego de una impensada marcha de 2.500 personas, docentes y alumnos tomaron la Escuela de Arquitectura y, posteriormente, el rectorado de la UNLaR.
Fabián Calderón fue delegado del estamento docente con una nula y olvidable participación de las asambleas, nunca se lo escuchó tomar la voz o participar con ideas para resolver los interminables conflictos que se suscitaban en el seno de la renombrada Asamblea Soberana. Pero al parecer, él ya sabía que su destino estaba trazado.
Los alumnos, amplia mayoría en asamblea, no lo conocían cuando el estamento docente lo propuso de manera sorpresiva y unánime como autoridad normalizadora. Ante el desconcierto y descontento de muchos delegados estudiantiles se dio un cuarto intermedio para que cada uno hablase con su carrera y se propusieran otros candidatos. Claramente cada uno se juntó con su carrera y las propuestas que surgieron fueron disímiles. Ante la insistencia de los docentes, y las amenazas de abandonar la causa si no se apoyaba su propuesta, muchos delegados de otros estamentos terminaron por brindar un voto de confianza a esa persona que no conocían, pero que sus propios docentes aconsejaban. Así logró una exigua minoría que lo puso para siempre en la historia como el primer rector democrático en casi tres décadas.
Volvamos en el tiempo. El domingo 22 de septiembre los alumnos esperaban la primera reunión con el director de la Secretaría de Políticas Universitarias, el Lic. Martin Gill, única autoridad nacional con capacidad institucional suficiente para destrabar el conflicto. Los alumnos estaban nerviosos, trataban de decidir que sería mejor decirle, si debían llevar un petitorio formal, que puntos debían incluir y quienes serían los mejores representantes para asistir a la importante reunión.
¿Sabe usted dónde estaba Fabián Calderón –entonces docente- esa tarde, y dónde estuvo en muchas otras ocasiones mientras sus hoy gobernados trataban de salvar la UNLaR? En Casa de Gobierno, con el gobernador Luis Beder Herrera y Martin Gill. De rama kirchnerista, ex ministro de Educación de Maza y político técnico y trepador de profesión, demostró lo que estos dos hombres de poder necesitaron para posicionarlo como la próxima autoridad manejable a su favor, y no al de los estudiantes que posteriormente validaron con aplausos y fe su asunción.
Calderón cometió un solo descuido, intentó llevar estudiantes a esta reunión, como ya habían tratado de captar varios funcionarios, unos con mejor y otros con peor suerte. Le pareció que unos estudiantes que habían estado con él esa mañana reunidos en la Escuela de Arquitectura eran idóneos, y trató de invitarlos, dejando así un rastro innegable de su accionar.
Toma de captura del Teléfono del Estudiante. RiojaLibre tapó los últimos tres números para respetar la privacidad de Calderón, pero lo corroboramos y se trata de su teléfono.
Podrá venderse al Gobierno Provincial con actos que se escudan de institucionalidad pero que escudan grandes movimientos políticos y económicos, podrá ser obediente al poder de la SPU (Secretaría de Políticas Universitarias) que teme perder su hegemonía sobre universidades que deberían ser autónomas, podrá comprar voluntades con cargos y becas. Podrá sonreir complaciente para persuadir a los más duros de que sus formas son las indicadas, y que ya “no se puede seguir reclamando tanto”. Podrá imponer listas únicas y ganar amañadamente las próximas elecciones. Pero no podrá borrar ni las memorias, ni las pruebas de quienes saben que la historia de la toma de la UNLaR es la historia de la traición. Y que aún, hay mucha tela por cortar.
Rector, ¿Podría explicar estos mensajes, esta reunión?
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