El dato es importante: 1 de cada 700 niños en el país nacen con esta patología, y si se operan a tiempo, se evita tener una discapacidad.
Acompañado por Smile Train, una ONG de EEUU, la Fundación ha operado a 1200 niños de todo el país, especialmente en las provincias de La Rioja y Neuquén donde tiene sus equipos médicos.
El abordaje del paciente es integral, se busca un niño pleno, feliz, por eso la mirada es interdisciplinaria: cirujanos, anestesiólogos, psicólogos, trabajadores sociales, nutricionistas, fonoaudiólogas y odontólogos conforman el equipo que atiende a cada niño y su familia.
Detrás de esta cruzada solidaria hay una historia: Fundación Rioja fue creada en el 2007 por el Dr. Aníbal Ojeda, un cirujano infantil con gran compromiso que tuvo un sueño: ayudar a mejorar la salud infantil de los niños de La Rioja y otras provincias. Así lo concretó y fue recorriendo junto a un gran equipo de profesionales el interior de la provincia para localizar y tratar niños con malformaciones congénitas quirúrgicas.
En sus continuos viajes, la Fundación se encontró con una realidad que va estrechamente de la mano con el tratamiento de los niños: La Rioja es una de las provincias de Argentina con problemas de desnutrición. A raíz de esto, y desde hace seis años, llevan adelante un Programa Interdisciplinario de nutrición que atiende a decenas de familias ayudando a mejorar su calidad de vida.
Con los años, se fue conociendo su trabajo y ha atendido gratis a cientos de personas de todo el país e incluso recibe consultas de otros países. Su propósito de ayudar a quien necesita no tiene fronteras, por eso asumió el compromiso de viajar por segunda vez a África, con mucho esfuerzo pero también con gran expectativa, 95 consultas lo esperan, y el número de pacientes sigue creciendo.
“No podemos esperar a que la gente venga a nosotros, nosotros debemos ir a la gente”, afirma el Dr. Ojeda, un lema que lo ha motivado a recorrer las provincias del país y ahora lo lleva a África.
Detrás de cada rostro, hay una historia que contar. Muchos niños no van a la escuela por vergüenza de cómo los miran, o ni siquiera salen de sus casas. El estigma social es muy fuerte: “Cualquier malformación es tremenda, pero esta es más evidente e impacta a la familia y a toda una sociedad”.