Por Clarín
El dato podrá enojar a unos cuantos. Pero Carlos Menem es el presidente que consiguió el índice más bajo de pobreza desde que se mide este flagelo de la Argentina reciente. ¿Eso lo convierte en un gran presidente? No, porque después de bajar la pobreza hasta el 16,1% en 1994 inició una etapa de empobrecimiento para el país que llevó a esa situación de debilidad a un tercio de la población.
Pero el ranking de la pobreza desde la restauración democrática dice que Menem y Néstor Kirchner son los dos presidentes que lograron las bajas más profundas, mientras que Eduardo Duhalde, Fernando de la Rúa, Raúl Alfonsín y Cristina Kirchner son los que tuvieron los índices más altos de deterioro social de los argentinos.
Duhalde, por la mega devaluación del peso. De la Rúa, por la crisis y el corralito de 2001. Alfonsín, por la hiperinflación de 1989 y Cristina, por la recesión y el cepo al dólar de 2011. Esas son las conclusiones de un informe que mandó a hacer Mauricio Macri, trabajo que le informó también que la pobreza siguió creciendo desde que es presidente hasta el 32,2% que anunció el Indec hace sólo dos semanas.
El gran desfavorecido del ranking de la pobreza es Alfonsín, porque comenzó a medirse según los parámetros actuales a mediados de 1988. La mayoría de los expertos en mediciones de pobreza consideran que los primeros años del presidente radical tuvieron índices mucho más bajos. Pero la estadística es cruel y sólo toman en cuenta el período de decadencia que sufría Alfonsín, ya con el fallido Plan Primavera en marcha y con el huevo de la serpiente de la hiperinflación en plena gestación. El final de su mandato registró los primeros saqueos a supermercados, acicateados oportunamente por punteros del peronismo opositor y por el hostigamiento económico y financiero al que lo sometieron dirigentes que luego serían protagonistas del menemismo como los futuros ministros Guido Di Tella y Domingo Cavallo.
Después de un primer año de zozobra económica, Menem logró hacer bajar la pobreza con el éxito inicial del Plan de Convertibilidad y la baja impactante de la inflación. Pero esa bonanza duró apenas un par de años. El efecto Tequila, debido a la crisis financiera de México, congeló las expectativas de crecimiento de la Argentina menemista y comenzó a mostrar en 1994 el rostro más duro de aquel modelo económico: parate productivo, desempleo y endeudamiento, que conformaron un coctel explosivo que precipitaría años después la debacle económica de 2001.
El menemismo inauguró un período en el que la pobreza se estratificó en cerca del 30% de la Argentina, tendencia que lleva dos décadas. Después del pico histórico al que llevó los índices de pobreza la dupla De la Rúa-Duhalde (más del 53%), con el combo trágico de corralito y mega devaluación, la tendencia comenzó a bajar. Kirchner arrancó su gestión con un porcentaje cercano al 45% y lo llevó nuevamente por debajo del 30% en sus primeros dos años de gobierno con crecimiento alto, sin déficit fiscal y con inflación de un dígito. Lamentablemente, a fines de 2006 comenzó el proceso de intervención del Indec que lideró Guillermo Moreno para manipular las cifras de la inflación que había comenzado a dispararse. El resultado fue el repunte de la pobreza que llegó al 30% en 2009, ya con Cristina en la Casa Rosada, y la última chance de una nueva baja con la bonanza económica de 2011, momento en que el flagelo tomó un rumbo ascendente que no se detendría hasta la actualidad.
Apenas quedó aquella broma de mal gusto del kirchnerismo que no sólo dejó de informar los índices de pobreza en 2014 sino que les tomó el pelo a los argentinos al decir que la pobreza en el país era menor que la de Alemania. Una ausencia de vergüenza que volvió más penosa nuestra situación entre los irresponsables del mundo.
El ranking de la pobreza, elaborado con las cifras del Indec (repuesto por Macri en el último mes) y las del Barómetro de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina muestra un panorama desolador de un país que cambió brutalmente su estructura social. En la década del ‘70 era un fenómeno marginal que se deterioró en los ‘80 con el proceso económico de la última dictadura militar y la híper de Alfonsín. En la década del ‘90 y tras la bonanza mencionada que hizo bajar la pobreza, el menemismo inició una etapa de profundización que inauguró también el concepto de indigencia, la pobreza extrema que se anidó en los sectores más desprotegidos de la sociedad.
La devaluación y el pico inflacionario de 40% anual con el que Macri inició su primer año de gobierno elevaron el número de pobres hasta alcanzar el 32,2%, los 13 millones de pobres anunciados hace diez días. ¿Podrá el Presidente hacer bajar la pobreza el año próximo? Sus ministros creen que eso sucederá cuando se consolide el descenso de la inflación. Algunos especialistas no comparten esa idea. Es el caso de Daniel Arroyo, ex viceministro de Desarrollo Social con el primer kirchnerismo y hoy asesor de Sergio Massa. “Macri tiene que poner en marcha un keynesianismo de pico y pala”, asegura Arroyo, respetado por oficialistas y opositores. En definitiva, algo de Lord Keynes tienen las subas en los montos de los planes sociales, la reparación histórica de las jubilaciones y el bono de fin de año que el Gobierno negocia con los gremios y las empresas.
Sólo el enorme deterioro institucional de la Argentina reciente explica que la batalla contra la pobreza estructural no sea una política de Estado de la que participen todos los actores políticos de cualquier bandera. El triunfo de los planes económicos se produce únicamente cuando desciende el índice de pobreza. Y basta recorrer los barrios periféricos del país adolescente para entender la dimensión de esta derrota que lleva medio siglo de impotencia y desencuentros inexplicables.