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Ni los medios ultra opositores pudieron evitar dar ganador al candidato de Unión por la Patria

Con tácticas renovadas, los candidatos presidenciales jugaron gran parte de sus fichas finales en el debate previo al balotaje del 19 de noviembre. Los columnistas de LA NACION evalúan el desempeño de Sergio Massa (Unión por la Patria) y Javier Milei (La Libertad Avanza) con foco en cuatro ejes: solidez argumental, reflejo para reaccionar e intervenir, estrategia para posicionarse y gestualidad o imagen.

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TODOS LOS PERIODISTAS DE LA NACIÓN LO DIERON GANADOR A MILEI;

Joaquín Morales Solá
MASSA
3,0
MILEI
2,8
Sergio Massa podría haber ganado el debate si no hubiera sido tan
evidente su intención de desestabilizarlo a Javier Milei; esa intención fue
ostensible desde el primer segundo del debate. O tal vez podría haberlo
ganado si no hubiera repetido la vieja estrategia del kirchnerismo de revolear
carpetazos cuando se queda sin argumentos. ¿A quién le importa por qué se
fue Milei del Banco Central luego de hacer una pasantía cuando era muy
joven? ¿O si alguien lo denunció de plagio por alguno de sus libros? Massa se
regodeó con esa política de prontuario en varios momentos del debate.

Milei es, a todas luces, un outsider de la política, un dirigente que
nunca debatió con nadie. ¿Cómo fue posible que en el tramo de la economía
fuera Massa, y no Milei, quién hiciera las preguntas más incisivas? ¿Por qué
Milei dejó que justo Massa se adueñara de las iniciativas en materia de
seguridad y narcotráfico? No hubo un claro ganador, aunque Milei tuvo más
desparpajo que Massa en el segundo y tercer bloque. Al revés, el primer
bloque fue todo de Massa.

Carlos Pagni

MASSA
3,5
MILEI
3,0
Si el éxito de un candidato en un debate se evalúa por la consistencia retórica, la plasticidad gestual y el conocimiento de las debilidades del contrincante, anoche el triunfador fue Sergio Massa. El ministro de Economía demostró haber preparado muy bien los argumentos, muchas veces los sofismas, para explicar cada tema. Y también tener una radiografía minuciosa de las flaquezas de Javier Milei. No sólo estudió sus declaraciones polémicas. Estaba, además, en posesión minuciosa de muchos detalles de su vida: desde percances laborales de hace 30 años hasta polémicas sobre la autoría de sus libros. Alcanzó, con destreza, un objetivo dificultoso: correrse del lugar del interpelado y poner allí a Milei, que es el desafiante. Massa probó que no pasaron en vano los cinco lustros de entrenamiento en la esgrima política: desde la diputación provincial hasta su función actual al frente de la Economía, pasando por varias campañas electorales, que incluyen dos como candidato a presidente. Quien le quita lo coucheado.

Milei no pudo acorralarlo. Ni siquiera en cuestiones en las que Massa resulta tan vulnerable, como el desaguisado de la vida material o su conflicto con el Papa. Pudo, sí, caracterizar con descalificaciones, no con datos, los vicios más inocultables del oficialismo. Y del propio contrincante. Pero hubo una asimetría llamativa en el desconocimiento que tenía de la biografía pública de Massa. Como si fuera parte de una estrategia, Milei prefirió defenderse, aclarando mensajes incorrectos o desmintiendo las imputaciones de esa “campaña del miedo” de la que se siente víctima. Eso sí, en algunas materias, como la política exterior, dejó en claro que le faltó bastante preparación.

Más allá de las artes y oficios del polemista, Milei se mostró como la contracara de Massa. Fue espontáneo, demostró cierta habilidad para la ironía y el sentido del humor, y tuvo momentos de una autenticidad inconveniente, como cuando ratificó su admiración por Margaret Thatcher, o quiso desmentir las estadísticas de Massa sobre la discriminación por género en el sistema laboral.

Milei consiguió evitar el riesgo al que Massa quería llevarlo: un desborde emocional. Massa logró, con mucha ayuda de Milei, eludir su mayor peligro: que lo confronten con la gestión de Massa.

Milei, en sus flaquezas, en su improvisación, corroboró su condición de outsider. La que lo impulsó hasta esta instancia. La que atrae a su público. Massa acreditó que se trata de uno de los ejemplares más dotados de la “casta”. En ambos casos se verificó lo que suele suceder: en la virtud está el vicio y en el vicio, la virtud.

José Del Rio
MASSA
3,5
MILEI
2,3
Perdió la Argentina. Esa es la síntesis del debate de ayer. El rating de las señales de noticias explotaba. El interés a 40 años del regreso a la democracia por parte de los ciudadanos se reflejaba en la calle con un clima de inmovilidad propio de una final del Mundial. Sin embargo, el resultado final fue tal vez la mejor síntesis de época: un debate sin propuestas, una suma de rivalidades del pasado y hasta una discusión sobre Margaret Thatcher en un país en el que seis de cada diez niños que nacen lo hacen bajo la línea de pobreza.

La oposición quedó en manos de Sergio Massa quien paradójicamente es el ministro de Economía desde hace casi dos años y es una figura relevante del gobierno de Alberto Fernández desde el primer día. Las respuestas se le exigieron al candidato libertario cuando en realidad era él por su corta trayectoria política quien podría haber reclamado por respuestas. “¿Vos hablás de la universidad pública cuando estudiaste en la Universidad de Belgrano y tardaste 20 años?”, lo chicaneó Javier Milei. “Contales a los argentinos Javier lo que te pasó en el Banco Central cuando hiciste tu pasantía”, le disparó Sergio Massa.

En el medio quedaron las preguntas de fondo. Aquellas que tienen que ver con mejorar la calidad de vida de los ciudadanos: ¿Cómo van a solucionar la creciente inseguridad?, ¿De qué manera se va a salir de este macro cepo que asfixia a las empresas?, ¿Cuándo bajarán los niveles de inflación? En definitiva, cómo hará el futuro presidente de todos los argentinos para salir de la decadencia constante en la que estamos inmersos hace demasiado tiempo. De eso no se habló. Por ello, perdió la Argentina.

Gail Scriven

MASSA
3,0
MILEI
1,8
Perdimos todos. Un debate crucial a una semana de las elecciones presidenciales más importantes en décadas arrojó un resultado sumamente decepcionante. Puras chicanas, carpetazos, cero propuestas concretas e infinidad de oportunidades desperdiciadas. Los argentinos nos fuimos a dormir sin saber qué harán los candidatos para resolver los críticos problemas que aquejan al país. Incluso tuvieron dificultades para completar el tiempo dedicado a algunos temas, como la seguridad.

Político al fin, Sergio Massa demostró claramente estar más preparado con sus ataques, datos y gestos. Apeló sin disimulo a la campaña del miedo y logró incomodar a Javier Milei durante casi todo el debate. Lo dejó a la defensiva, incluso en el flanco más débil del ministro-candidato: la economía. El candidato libertario tuvo serias dificultades para argumentar y desaprovechó una oportunidad tras otra: no interrogó a Massa ni lo incomodó con la crisis económica, la inflación ni los escándalos de corrupción que tan cerca le pegan al candidato oficialista. Su mejor momento: el cierre, cuando debió explicar por qué quiere ser presidente de la Argentina.

Aunque sacó ventaja Massa, se mostró excesivamente pedante, soberbio, con una estrategia que incluso podría provocar el rechazo de algunos votantes indecisos. En suma, una noche para el olvido. Como casi toda la campaña.

Jorge Liotti

MASSA
3,3
MILEI
1,8
Uno de los interrogantes previos giraba en torno de qué candidato demarcaría el terreno del debate, si Milei arrinconando a Massa con un presente crítico, o Massa instalando la discusión sobre los riesgos de una hipotética presidencia de Milei. En este aspecto se impuso claramente el ministro, que hasta se dio el lujo de imponerle un interrogatorio económico del que el diputado no supo zafar. Sorprendió que Milei no lograra hacerle pagar costos a Massa por la inflación, la falta de reservas y la pobreza. Desaprovechó infinidad de oportunidades para enrostrarle el espionaje ilegal, su vínculo con el kirchnerismo, la corrupción y el hostigamiento a la Justicia. No mostró los reflejos que se requieren en un mano a mano como éste.

El otro aspecto relevante tenía que ver con lo actitudinal, con la oratoria, con la confiabilidad que transmitirían. Y acá también Massa se mostró más aplomado y profesional, frente a un Milei más desordenado y silvestre. En todo caso la duda es si el tono soberbio y altanero que utilizó el candidato oficialista todo el tiempo no puede generar rechazo en sectores de la audiencia. El mérito de Milei fue no haberse exaltado irreversiblemente, como era el objetivo de su rival. Se lo notó vehemente, pero sin extraviarse en gritos. Igual transpiró y se movió inquieto, como si no estuviera cómodo.

En cuanto a lo conceptual, el debate fue limitado. En el segmento económico no quedó claro qué pasará en la Argentina después del 10 de diciembre, y los capítulos de política exterior y de seguridad fueron particularmente pobres. Tanto que hasta pareció sobrarles tiempo.
Nunca se sabrá cuál es la incidencia del debate en el voto del domingo próximo, pero lo que se vio esta noche estuvo lejos de exhibir una hoja de ruta realista para el futuro del país.

Inés Capdevila

MASSA
3,3

MILEI
2,0

¿Quién será el o la ministro de Economía? ¿Cuál es la mejor estrategia para asegurarnos cuatro años de crecimiento y bajar unos puntos la pobreza? ¿Habrá un plan de estabilización para contener la inflación y el desplome del poder adquisitivo del salario? ¿Cómo se le devuelve calidad a la educación pública y transparencia y eficiencia al Estado?

Todas son preguntas que, con esas u otras palabras, se hacen millones de argentinos, aquellos que ya decidieron sus votos y aquellos que no. Ninguna tuvo mucha respuesta en el debate. Las chicanas, las preguntas capciosas, los enojos, las miradas burlonas prevalecieron en una confrontación en la prevaleció el estilo, la gestualidad y las palabras efectistas pero vacías, pero no las propuestas.

En ese round de formas sin fondo, Massa salió mejor parado: con su ataque constante en la manera de preguntas “por sí o por no”, logró que Milei no lo apurara con los temas en los que el ministro de Economía y el oficialismo no puede esgrimir defensa alguna: inflación, corrupción, espionaje. Todo lo contrario, el candidato a la defensiva, en los dos primeros bloques, fue el economista libertario, que se vio hasta obligado a dar explicaciones por sus propuestas. Massa llegó más preparado, en lenguaje, mensajes y gestos. ¿Le será eso suficiente para convencer a indecisos o cambiar el voto de quienes desconfían de él? ¿Podrá revertir con este debate los pocos puntos de ventaja que, según las encuestas, le lleva Milei? Este ciclo electoral fue tan cambiante y sorprendente que eso parece muy difícil de responder.

Diego Cabot

MASSA
3,3

MILEI
2,5
Quizá los candidatos sepan perfectamente que las ideas no son más que eso y que los planes de Gobierno, en el remoto caso de tenerlos, no se explican. Si ambos llegaron hasta el actual mano a mano sin dar explicaciones y sólo valiéndose de slogan, palabras generales y ninguna explicación sobre lo que será el eventual gobierno, ¿por qué habrían de hacerlo ahora?

Pues eso fue lo que pasó en este debate, el último antes del balotaje. Como periodista cuesta encontrar una cosa que pudiera ganarse un título que no sea una salida ingeniosa a una de las tantas chicanas que se tiraron. Ahora bien, en esta elección, que según los expertos es más emocional que racional, salir bien parado del único mano a mano que habrá entre ambos antes del domingo decisorio es vital. Y si ambos pensaron alguna estrategia para imponerse, los trazos del plan de Massa se vieron más en el escenario de la Facultad de Derecho.

El ministro y candidato, además, sumó una nueva profesión: el periodismo. Lo llevó a Milei a responder por sí o por no. Fue el inicio del debate, un cálculo de Massa para no hablar de su catástrofe económica, pero marcó la noche. Milei se desacomodó y no pudo salir de ese lugar. Eso sí, acusó a Massa de mentiroso varias veces, le pegó en la credibilidad, esa llaga en carne viva en medio del cuero curtido del ministro.

Luis Cortina

MASSA
3,8

MILEI
2,8
Sergio Massa y Javier Milei gastaron el bloque de economía, tal vez el que más expectativa despertaba entre los argentinos, sin aportar más que chicanas cruzadas y sin fundamento, más allá de la gracia que estas puedan causar. El ministro fue eficiente en arrinconar a Milei casi exigiéndole definiciones (el ya famoso a esta altura “por sí o por no”) sobre sus principales ideas de campaña, y el libertario cayó en la trampa de sentirse en la obligación de dar explicaciones, en lugar de recordarle a su contrincante la enorme crisis que vive el país que Alberto Fernández, Cristina Kirchner y el propio Massa gobiernan desde hace casi cuatro años.

Ninguno de los dos pudo explicar sus argumentos con solidez, pero la lista de presuntas medidas que volvió a enumerar Massa (ya descriptas en varios actos de campaña en los últimos días) pareció más sólida, más allá de que ni siquiera esbozó cómo las instrumentaría. Milei, por el contrario, volvió a apelar a sus principales propuestas, que a esta altura suenan a consignas más que ideas realizables (dolarización, eliminación del Banco Central, entre otras), debió admitir cierta marcha atrás en áreas como educación, salud y seguridad.

Uno de los puntos más débiles de ambos candidatos fue el área de política internacional, reducida a meras -aunque importantes, es cierto- relaciones comerciales. En este punto, el líder de La Libertad Avanza mostró o desconocimiento o una actitud sumamente ingenua, tal vez debido a su abordaje ideológico en extremo. Cualquier experto podría recordarle que, en el mundo de hoy, los estados tienen altísima injerencia en las relaciones comerciales globales, estableciendo reglas básicas. Esto rige en general, pero especialmente en el intercambio con los principales socios de la Argentina, China y Brasil. Sería impensable el abordaje puro entre privados en los negocios con el gigante asiático, donde el Estado hasta tiene participación decisiva en la mayoría de las empresas.

Paz Rodríguez Niell

MASSA
3,5

MILEI
2,0

Sergio Massa dominó el debate. Tenía una estrategia clara y logró imponerla desde los primeros minutos, cuando increpó a Javier Milei y le pidió explicaciones sobre su pasado y sus propuestas más extravagantes, explicaciones que su rival, sin reacción, accedió a darle.

Nadie imaginaba que fuera a ser un debate basado en ideas y propuestas. Milei necesitaba exponer a Massa y Massa, a Milei. En ese duelo, el libertario ni siquiera logró descolocar a su rival en el tramo del debate dedicado a la economía; su discurso resultó demasiado técnico contra el ministro de un gobierno que termina con una pobreza de más de 40% y acumula más de 140% de inflación en el último año.

Massa eludió hablar del pasado. Todo indica que tenía estudiado que no lo ayudaría a sumar votos nuevos y dejó pasar la chance de cuestionarle a Milei la opinión de su partido sobre la dictadura cuando el libertario le abrió la puerta porque mezcló fuerzas federales con fuerzas armadas (en el tramo que Massa dijo que enviaría fuerzas federales a Rosario y Milei le contestó que las acusarían de delitos de lesa humanidad).

Por momentos, el ministro candidato jugó al límite y dejó ver gestos de una jactancia peligrosa para quien pretende que lo voten quienes no lo quieren. También, con sus acusaciones enigmáticas contra Milei. En medio del escándalo por el espionaje ilegal del expolicía Ariel Zanchetta que tiene complicado al kirchnerismo, Massa habló de propiedades de la familia Milei en Estados Unidos. Una búsqueda veloz en Google, de las que pidió Massa durante el debate, arrojaba anoche como primer resultado una publicación sobre un departamento comprado por Karina Milei en Miami. La publicación, del 2022, es de Realpolitik, uno de los portales para los que decía trabajar Zanchetta.

Martín Rodríguez Yebra

MASSA
3,0
MILEI
1,8

Massa se propuso instalar que estas elecciones son un plebiscito sobre Milei y no sobre su decepcionante gestión como ministro de Economía. Sobre ese eje articuló su estrategia de debate y lo logró cómodamente.

Milei pareció carecer de plan de juego, quedó a la defensiva, preso del «por sí o por no» que le planteó su rival. Massa lo paseó por todo el repertorio de ideas bizarras y extremistas que ha expresado desde que pisó por primera vez en un set de televisión. Entró siempre. Y casi no habló de la crisis económica, no le preguntó a Massa su posición sobre el juicio a la Corte ni alcanzó a incomodarlo con su sociedad con el kirchnerismo. El objetivo de Milei fue no quebrarse emocionalmente y concentró su energía en resistir los ataques psicológicos de su rival (llegó al límite de carpetearlo con insinuaciones sobre los motivos por los que no le extendieron una pasantía en el Banco Central).

Massa bordeó la arrogancia. Quiso mostrarse como «el adulto» en la sala y proyectar el miedo a lo imprevisible, pero pecó de frívolo, al igual que su rival. Por momentos a los dos les costó llenar los minutos disponibles, tan vacíos de propuestas cuando se les agotaban las acusaciones precocinadas y las chicanas previsibles.

Si el debate lo gana quien impone la agenda, entonces Massa puede salir festejando. Pero no debería engañarse y pensar que noqueó a Milei. No está claro que los indecisos que definirán la elección estén buscando a un «profesional» o ansíen justamente lo contrario: un outsider desprolijo y sin filtro, dispuesto a enfrentarse al poder que llevó a la Argentina hasta este infeliz presente.

Fernando Laborda

MASSA
3,3

MILEI
2,5

Casi en todo momento, las chicanas prevalecieron sobre las propuestas en un debate mediocre en el que ninguno de los candidatos exhibió dotes de estadista. Tan pobre resultó la discusión sobre propuestas que al bloque sobre seguridad le sobraron varios minutos en los cuales los candidatos no sabían qué decir.

La estrategia de Sergio Massa para intentar poner en evidencia las contradicciones de su adversario se impuso sobre la incapacidad de Javier Milei para poner en el centro de la discusión los desaguisados del gobierno al que pertenece su adversario. Insólitamente, el postulante de La Libertad Avanza fue quien pareció tener que dar explicaciones de casi todo, cuando el que debería haber sido interpelado era quien, desde el Palacio de Hacienda, maneja las riendas de la economía argentina desde hace más de un año.

Pero el hecho de que un político profesional y hábil declarante como Massa haya marcado la agenda no significa que haya logrado aumentar el miedo a Milei ni que su discurso haya sonado creíble para millones de ciudadanos que definirán el balotaje.

El interrogante sobre quién ganó y quién perdió en el debate final ha pasado a un segundo plano. Claramente perdieron todos los argentinos que esperaban conocer con mayor profundidad las propuestas de los candidatos presidenciales para resolver los principales problemas del país.

Luciana Vázquez

MASSA
3,3

MILEI
2,0

Curioso: en el tema económico que podía dejar expuesto a Sergio Massa a una derrota contundente, Massa salió ganador: el ministro de Economía y candidato del oficialismo kirchnerista no tuvo que dar explicaciones sobre la marcha de su crisis económica. El economista Javier Milei no logró hacer pedazos la visión económica del massismo-kirchnerismo, ni los agujeros de su gestión, y contestó cada pregunta de Massa como si importara más el miedo futuro que representa el libertario que el miedo y bronca presente que representa Massa. Milei se refirió “al cáncer de la inflación”, pero no fue mucho más lejos. No aprovechó el debate para interpelar sostenidamente y en serio a Massa sobre una matriz económica que impacta negativamente en la Argentina hace décadas. Una oportunidad perdida para las aspiraciones presidenciales de Mieli.

Massa tuvo un rol activo en marcar la agenda: habló más, dio más definiciones, interpeló más a Milei y demostró el amateurismo de Milei en temas de la lógica estatal, por ejemplo, el rol del Estado en el comercio exterior. Milei logró representar algo de la indignación de su electorado, aunque no tan efectivamente, y en algunos momentos, confrontó a Massa con efectividad. Su otro logro: Milei no se sacó. En ese punto, Massa no ganó: el “loco” Milei no se hizo presente.

La mayor solvencia de Massa fue, paradójicamente, su principal riesgo. La brecha entre lo verosímil, logrado a fuerza de profesionalismo, aunque desafíe los datos verdaderos, le puede jugar en contra en el balance final que hace el votante.

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