14 Millones de razones
Es 3 de Marzo, llego de Argentina a mi casa en Abu Dhabi extenuado por las 14 horas de viaje desde Río (más las otras 3 desde Buenos Aires), Sophia duerme. No tengo ganas de hacer nada más que meterme a la cama e intentar dormir dos o tres horas antes de ir a trabajar. Más en un acto de esos que no se hacen con la razón sino con el sentimiento abro el equipaje de mano y saco la dos camisetas que dejó desplegadas sobre la mesada blanca. Para que ella las encuentre la maniana siguiente.
Cuando vuelvo a casa del trabajo ese día, las dos camisetas siguen sobre la mesada, ahora mejor arregladas. El 10 sobre el 14. La pregunta de mi novia (que es Australiana y vio más fútbol en los últimos doce meses que en toda su vida) es inevitable. Traducida al Español dice algo así como: porque elegiste ponerle Mascherano a tu camiseta; no es ese el que juega en el Barcelona y que no es muy bueno?
Durante los últimos doce meses he intentado prepararla para Junio, para cuando nada importe más que el fútbol, más que la selección y su camino hacia la tan preciada Copa. La he hecho mirar partidos del City para que entienda quien es, como y porque Kun Agüero es un delantero veloz, impredecible y letal; le hecho mirar partidos del Madrid para que vea a Angel Di Maria correr como un desaforado y le he hecho mirar, por supuesto, partidos del Barca para que se enamore de Messi. Qué conociera a 3 de los 4 fantásticos me parecía suficiente para que pudiera absorber la médula de un equipo que probablemente atacaria con voracidad y defendería con debilidad. Si, lo confieso; no soy guru del fútbol y no pretendo serlo, yo también me imaginaba a Rojo desbordado, al negro Garay llegando tarde a algún cruce, al equipo saliendo rápido y en 4 toques de Leo, Kun o Angel destruyendo defensas rivales.
Pero ante la pregunta me doy cuenta que he fallado en mostrarle algo que, también me doy cuenta, es difícil de explicar. El Barca del Tata Martino acaba de batir al Almería 4 a 1. La actuación de Masche no ha sido descollante. No ha marcado goles, ni dado asistencias, no ha realizado grandes gambetas ni ejecutado fantasía alguna. Qué me enamora de este jugador? Concentrado como siempre, ha ordenado a sus compañeros de equipo, y defendido con enjundia, con perfil bajo se ha ido del campo sin grandes alardes; cumpliendo con su trabajo siempre mejor de lo que se le pide. Intento la explicación, la respuesta en la cara de mi novia es de no-convencimiento.
Por las próximas horas me quedo con un gusto amargo en la boca; no he podido explicar porque Mascherano es tan importante. Pienso. Se me ocurre aquella publicidad de Quilmes en la que cuatro ingleses charlan en un bar y ante la imagen de Masche llorando dicen: «si pierden no salen, no hablan con nadie. Quienes los fans? Los fans o los jugadores». La respuesta es otra vez tibia. Ah, elegís la camiseta de un jugador porque llora cuando pierde?
El 3 de Marzo de 2014 se convierte entonces en el día que intento explicar lo inexplicable, como si quisiera lograr explicar científicamente la existencia de Dios. Explicar ese intangible que los hombres como el le brindan a quienes a los rodean.
Días más tarde le muestro palabras de Guardiola sobre el, el efecto es tenue, claro, ella no sabe quien es Guardiola y no puede medir la dimensión de las palabras. Para colmo el Barca no hace pie y el Madrid parece demolerlo ofensivamente. En el ojo de la tormenta, el petizo Mascherano. Sus dudas crecen. Las mías no. Abro YouTube y pongo el informe de Canal Encuentro (muy recomendado) en el que Román Iutch dice: «un gladiador Romano al lado de Mascherano, es un teletubbie». Mi novia me mira, se muerde el labio, sonríe: ustedes los argentinos son tan exagerados!
Sigo buscando respuestas, pasan los meses, explicó que Masche jugo antes en la selección que en su club, que va a cumplir 100 partidos con la celeste y blanca, muestro el quite providencial contra el Arsenal, recurro a la palabra de amigos y familiares que lo conocen, que han jugado con el, intento describir lo que dice en entrevistas, su seriedad al frenar el auto a la salida de un entrenamiento para dar explicaciones a 4 hinchas del Barca; nada. No logro explicar nada. No logro explicar porque elijo los huevos y la sobriedad de Masche y no los flashes del extraterrestre Messi.
Mi novia empieza a mirarme con cara rara cada vez que, cuando realiza un quite o gana una segunda bola, le digo, lo viste? Lo viste? Tampoco le agrada demasiado cuando le muestro estadísticas o traigo el tema a colación. Desolado, siento que he fallado, que no he logrado transmitir lo que se que se.
Hasta que de repente, como si todo hubiera sido una predeterminda etrategia, empieza el Mundial. Y frente al televisor, a 15mil kilómetros de distancia, ella empieza a comprender, cuando lo ve reptar por la cancha, que es lo que el 14 le brinda al corazón más que a los ojos. Empieza a mirarme con otros ojos. Después del partido con Bélgica la encuentro con mi camiseta puesta en vez de la suya. Me la estaba probando me dice con la cara cómplice de un chico al que se lo encuentra con la mano en el tarro de los dulces. Se la saca, me la devuelve.
Es 9 de Julio; viaje 10 mil kilómetros ayer y estoy en el Arena Corinthians con la de Masche abajo de la campera empapada. Van 120 minutos y no voy a mirar los penales. Me doy vuelta, prendo el teléfono y miro al piso. Erra el 2 y después el 10; meten todos los nuestros, lloro; el Estadio explota, gente se va, gente salta, gente me abraza sin que la haya visto en mi vida. Sigo sin mirar a la cancha, pero cuando el telefónito se conecta veo el mensaje que cierra el círculo y que en claro inglés emocionado dice: «estoy muy feliz por vos, ahhh y ahora entiendo las 14 millones de razones por las que amas a Mascherano..
Por Hernan Pelegrini
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