En la mañana del domingo, junto con otros ex combatientes que recibieron las ovaciones del público, en el momento más emotivo de la jornada, Rico desfiló a bordo de un jeep negro, y posteriormente dialogó con el canal Crónica TV, afirmando estar «emocionado por el buen reconocimiento» del público presente, que lo aplaudió mientras avanzaba su vehículo por Avenida del Libertador.
Sin embargo, en Twitter se generó una fuerte polémica que salpicó al gobierno nacional, más precisamente al Ministerio de Defensa que conduce Julio Martínez, debido a la invitación que se le realizó a quien fuera el teniente coronel que ocupó la Escuela de Infantería de Campo de Mayo en 1987, durante el alzamiento carapintada de Pascuas.
El origen radical del ministro trazó un vínculo obligado entre el ex presidente Raúl Alfonsín, quien fue personalmente a Campo de Mayo a negociar con Rico, en medio de un fuerte clamor popular que esperaba la resolución del conflicto en Plaza de Mayo.
Condenado a prisión por la toma de Campo de Mayo y también por el alzamiento en Monte Caseros en 1988, pero indultado por el ex presidente Carlos Menem, Aldo Rico tuvo varios cargos durante la democracia: tras formar el Movimiento por la Dignidad y la Independencia (Modín), fue electo diputado en 1991, cargo que mantuvo hasta 1995.
Posteriormente, fue electo intendente del partido bonaerense de San Miguel en 1997, reelecto en 1999 con la boleta del Partido Justicialista con el 70% de los votos; y ese año fue convocado por quien fuera gobernador bonaerense, Carlos Ruckauf, como ministro de Seguridad provincial, aunque fue despedido cuatro meses después.
Actualmente es asesor de seguridad en la municipalidad de José C. Paz, gobernada desde 1999 por el kirchnerista Mario Ishii.
El levantamiento carapintada y el famoso Felices Pascuas
La histórica frase la pronunció el presidente Raúl Alfonsín ante una multitud en Plaza de Mayo, luego de dominar la rebelión carapintada que había mantenido en ascuas a toda la población en aquélla Semana Santa de 1987.
El 19 de abril de 1987 una frase atronó con alivio la Plaza de Mayo: ‘¡Felices Pascuas! La casa está en orden’, pasando a ser un ícono de la democracia, desde su retorno en 1983. Con estas palabras, el presidente Raúl Alfonsín saludó desde el balcón de la Casa Rosada a la multitud, que llenaba la plaza de Mayo desde hacía días, buscando tranquilizar a los argentinos que desde hacía cuatro días observaban azorados la rebelión carapintada que condicionaba a la flamante democracia, reinstaurada apenas tres años antes.
La rebelión de oficiales del Ejército se inició el 16 de abril, cuando el mayor de Inteligencia, Ernesto Barreiro, se negó a concurrir al juzgado que lo investigaba por cargos de tortura y asesinato y se amotinó en el Comando de Infantería Aerotransportada de Córdoba junto a otros 130 militares, para resistir la orden de detención judicial. La reacción se extendió a otros cuarteles y el teniente coronel Aldo Rico, a cargo de un regimiento en Misiones, pasó a liderar la amenaza sobre el gobierno nacional desde la Escuela de Infantería de Campo de Mayo.
Los carapintadas exigían la renuncia de los altos mandos del Ejército y la sustitución del juicio a los autores de violaciones a derechos humanos por otra que contemplara situaciones más flexibles para los oficiales que recibieron órdenes.
El gobierno nacional ordenó a fuerzas militares que obligaran a sus pares a deponer la rebelión, pero nadie se movió de sus cuarteles, con excepción del general Ernesto Alais, que salió con una fuerza de tanques desde el II Cuerpo, con sede en Rosario, pero nunca llegó en cuatro días a Campo de Mayo.
Tras la sorpresa de la rebelión, la Plaza de Mayo comenzó a ser ocupada por manifestantes a favor de la democracia y permaneció repleta hasta el discurso final de Alfonsín que anunció el término del conflicto.
La tensión llegó a niveles desconocidos, cuando el gobierno anunció que no tenía fuerzas para reprimir a los sublevados por lo que se veía obligado a asumir gestos extraordinarios.
El jefe radical en el Gobierno salió al balcón de la Casa Rosada para anunciar, junto a los presidentes de los partidos opositores, que concurría en helicóptero a Campo de Mayo para hablar con los sublevados. Numerosos manifestantes se agolparon a las puertas de Campo de Mayo y de otros cuarteles rebeldes y fueron advertidos que abrirían fuego y se produciría una matanza, si intentaban entrar.
Alfonsín voló en un helicóptero sin custodia a Campo de Mayo y habló con Rico y los oficiales carapintadas. Regresó unas horas después a la Casa de Gobierno rodeada de una multitud ansiosa por conocer el futuro de la democracia. El Presidente volvió al balcón y con los brazos en alto pronunció el ‘Felices Pascuas’, que marcaba la distensión y auguraba el fin del conflicto.