Los cadetes de primer y segundo año de la Escuela satélite de suboficiales, en Chepes, sufren torturas por parte de los instructores, a saber: patadas en las costillas (no se descartan dos fracturados), al hacer flexiones les pisotean las manos con los borceguíes y soportan largas horas al sol, en formación, desde las 8 a las 13, por ejemplo.
Las torturas, que recuerdan el «orden cerrado» del ex Servicio Militar Obligatorio, están a cargo de instructores de la capital. El propósito primario parece ser provocar la deserción de los postulantes, para dejarle lugar a los «acomodados». En general este sistema de torturas también genera los policías golpeadores, brutalidad policial y hasta el asesinato por parte de efectivos de la fuerza.
En Chepes, los cadetes de segundo año fueron llevados a una represa colmada con barro, los enterraron hasta el cuello con la orden, «salgan como puedan».
Los casos denunciados en el Hospital de Chepes presentan insolación, deshidratación, golpes y heridas cortantes. Todos con maltrato físico: golpes, bofetadas, patadas, luxación de hombros, fisuras.
La escuela tiene 80 plazas; por los malos tratos, ya se fueron 52, de modo que el objetivo es claramente provocar las bajas, y dejar plazas para los «acomodados».
Estas torturas son selectivas, no se aplican a todos, hay un grupo que tiene privilegios y no recibe malos tratos. No se puede argumentar que los aspirantes son «débiles», ya que muchos hicieron entrenamiento físico antes de ingresar.
Cuando el policía Pedro Ortiz (18), recien egresado de la Escuela, mató de un balazo a la joven Romina Ríos, y quemó el cuerpo en una barranca, el Gobierno prometió «mejorar» la selección de los aspirantes. No lo hicieron. Autorizan la tortura a los cadetes, para desalojar plazas para los privilegiados, ya que la matrícula es muy superior a las plazas existentes
Fuente: FM América