Como cuenta Analía de la Vega en su posteo en TN y la Gente, “nunca le faltó comida, atención veterinaria y cama comoda. Era el perro guardián celoso de su hogar, el principal edificio de la ciudad, a quien todos respetaban, admiraban y querían”. El perrito marrón se sentaba en la puerta principal y esperaba el “hola Raúl” de cada trabajador.
Lo conocían todos y hasta la Asociación Protectora de Animales se tomó un momento para despedirlo por redes sociales.
El 26 de diciembre, Raúl murió. Era uno de los pocos seres del edificio que había pasado por tres gobernaciones distintas y seguía ahí. Los empleados, los encargados de seguridad, todos lo lloraron. En homenaje, el gobernador Sergio Casas autorizó a que lo enterraran en uno de los jardines del edificio con una emotiva placa.
“Aquí reposan los restos de una criatura que fue bella sin vanidad, fuerte sin insolencia, valiente sin ferocidad y tuvo todas las virtudes del hombre y ninguno de sus defectos”, epitafio de Lord Byron a su perro.