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270: Encuestas falsas para asimilar el golpe

A horas del retorno de la Presindenta al Poder Ejecutivo, tres consultoras alineadas al Kirchnerismo difundieron encuestras donde la imagen positiva de la presidenta ronda el 50%. Sin embargo, hace menos de un mes, más del 70% del país votó en contra del Gobierno Nacional. ¿Cómo se explica esta contradicción? La respuesta en esta nota!

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La jugada es elemental y el trasfondo es otro síntoma de las distorsiones que produce el poder en la mente de sus habitantes: el cristinismo cree que con distintas encuestas difundidas en simultáneo puede contrarrestar el mensaje y el efecto de las elecciones realizadas hace apenas tres semanas, y también la incertidumbre sobre el cuadro de salud de Cristina Fernández de Kirchner. En la antesala de su vuelta gradual al ejercicio del gobierno, los sondeos difundidos por el oficialismo hablan de un llamativo fortalecimiento de la imagen presidencial. El implícito de esta movida es evidente e inquietante: los operadores de Olivos –bastante pobres en el terreno para cubrir la ausencia de la jefa de Estado– colocan casi en el mismo nivel los números de esos relevamientos, cada vez más discutibles, y el resultado de las urnas. Más aún, pareciera que el supuesto fortalecimiento en las encuestas fuera suficiente respuesta a las demandas y el humor colectivo expresados por el voto. La agenda social y la sensatez política indican otra cosa.

¿Qué exhiben esos sondeos? Al menos tres trabajos realizados por consultoras ligadas al oficialismo, muy similares, dicen que la imagen de la Presidenta viene subiendo desde agosto (mes de las primarias) y sobre todo desde octubre (turno de las legislativas). Agregan que esa valoración supera el 50 por ciento, es decir, resulta mayoritaria y, obviamente, está por encima de las consideraciones negativas. Otros relevamientos coinciden en cierta mejoría de la evaluación, pero con registros que rondan los 40 puntos y son inferiores a la calificación negativa.

Apenas se produjo o se hizo pública la situación de salud de la Presidenta, la mayoría de los encuestadores coincidieron en que la mejor valoración era producto de ese contexto y en que no tendría impacto directo en el voto, algo que confirmaron los resultados. Queda para la discusión de los propios consultores qué sentido profundo pueden tener estos sondeos o cómo interpretarlos, al margen del uso propagandístico que decidan darle quienes encargan estos trabajos.

Más allá de esas discusiones entre profesionales, que no son objeto de esta nota, interesa el ensayo hecho por el cristinismo en las últimas horas. La primera intención, a todas luces, es colocar en un lugar lejano y secundario la caída electoral del 27 de octubre. Y convertir aquel resultado en un hecho apenas mediático, licuable con otra información en base también a su circulación mediática. En ese renglón se definiría todo.

La naturaleza de las cosas son otras y eso hace más llamativa la empequeñecida visión oficialista. La elección es un ejercicio central de la democracia, se sabe, y debe ser interpretada por su sentido social y político, no exclusivamente por su efecto práctico institucional.

El sistema político argentino, aún con las modificaciones que se sucedieron para mejorar la representación legislativa, funciona de tal modo que los cambios del tablero se producen de manera amortiguada, para que las alteraciones en el Congreso sean graduales y eviten que un solo turno electoral deje en debilidad absoluta al oficialismo.

Eso representa una chance para el Gobierno, no un capital para ignorar el mensaje de la sociedad. Vale tenerlo en cuenta para contrastarlo con lo que hace el cristinismo: evalúa que mantener la mayoría en el Congreso, aunque más ajustada, lo habilita para seguir imponiendo criterios, en lugar de revisar políticas y atender lo dicho en la urnas por el grueso del electorado.

Esa idea acompaña, en algunos casos de manera expresa, la difusión de las encuestas sobre la imagen presidencial. La traducción sería que la Presidenta vive un estado de fortaleza que le permitirá actuar como siempre, haciendo valer el número en rápidos trámites legislativos y su voluntad inapelable en el circuito de un poder verticalista. El retorno a la gestión no es un dato menor para nadie, pero en el caso del cristinismo potencia hábitos y un modo de hacer política.

El menú que espera a Cristina Fernández de Kirchner es realmente complejo. Figuran temas fuertes de la economía, con la inflación y el dólar en los primeros escalones, y la enorme demanda de seguridad, frente a casos dramáticos que se suceden a diario y el narcotráfico colocado ahora en el tope de la agenda pública.

En paralelo, circulan los interrogantes sobre cambios en el gabinete y las versiones sobre internas cerca del Palacio. Con el añadido de los realineamientos públicos y reservados en el peronismo. El mensaje del círculo presidencial seguramente apunta también a esos frentes. No se discute la gestión, ni siquiera su reflejo. Todo gira alrededor de la Presidenta o su espejo, construido como imagen.

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