Por Martín Illanez – Candidato a Diputado Provincial
No hablo en abstracto. Miro de frente una realidad que atraviesa a los barrios y que en los últimos años se volvió inocultable: la infiltración del dinero sucio en nuestra vida cotidiana. Narcos, trata de personas, timba ilegal, lavado de activos. Veo que la plata sucia tiene acorralada a nuestra juventud, usada como carne de cañón, y en esa imagen sintetizo una de las fracturas más dolorosas que veo en la Argentina actual.
Desde esta descripción, pongo en el centro un debate que incomoda, pero que considero impostergable: la necesidad de un nuevo contrato social. Para mí, el problema no es sólo policial o judicial; es cultural, político y económico. Y en ese marco introduzco una definición que para mí es fundamental: nuestros policías tenemos que comenzar a verlos como sujetos políticos, con voz, con derechos, pero también con dignidad.
Mi planteo rompe con la visión clásica de las fuerzas de seguridad como un engranaje meramente represivo del Estado. Propongo un giro: reconocerlos como trabajadores con derechos, como parte de la sociedad que también sufre el impacto del avance narco y la descomposición social. Por eso advierto: esta guerra con los cárteles no se resuelve con discursos punitivos, sino con un pacto social que dignifique tanto a la comunidad como a quienes deben cuidarla.
El nuevo contrato social que propongo no puede limitarse a un enunciado jurídico. Es un llamado a recomponer la confianza entre los ciudadanos y el Estado, en un tiempo donde los poderes criminales avanzan sobre los territorios y capturan a los sectores más vulnerables. Se trata de poner en juego otro modo de pensar la seguridad: con más democracia, con más derechos y con más participación social.
En tiempos de un neoliberalismo que arrasa con el tejido social, planteo un horizonte diferente: la reconstrucción de una comunidad política capaz de disputarles espacio a los negocios ilegales y de transformar la seguridad en un derecho colectivo. No en un privilegio de pocos, ni en un brazo armado sin alma.

