Corrió sin asistencia, dentro de ese grupo de motociclistas que son asistidos por la organización con una caja de herramientas y un puñado de elementos mínimos para subsistir día a día. Y con eso apenas, Rojo pasó etapa tras etapa hasta llegar a La Cumbre, donde estalló en emoción por el objetivo cumplido.
“Me costó mucho trabajo para poder estar acá. Agradezco a quienes me acompañaron en La Rioja y a mi familia”, repetía a cada rato. No quería dejar de lado a aquellos que con pequeños esfuerzos le permitieron competir en la carrera soñada: el Dakar.
“El momento más duro fue sin dudas en Bolivia, cuando el frío era inaguantable. Los enlaces eran interminables. Dormíamos dos horas por día, ya estaba muy cansado porque llegábamos muy tarde, había que alistar la moto y al rato volver a salir a otra etapa. Fue durísimo”, explicó el riojano, que paradójicamente no pudo pasar por Chilecito, ya que este año sólo los autos y los camiones lo hicieron debido a que los vehículos livianos realizaron la segunda etapa maratón en Villa Unión.
“Tengo una alegría indescriptible. Fue muy sacrificado, pero acá estoy. No lo puedo creer”. NOTA (CARBURANDO.COM)