Los últimos viernes de cada mes, los 33 integrantes del Consejo Superior de la UNLaR se reunían -puntualmente- a sesionar a las 10:30hs. ¿Quiénes eran los 33 ‘privilegiados’? Tres representantes del claustro estudiantil, tres no docentes, tres egresados, 12 docentes, los diez Decanos (los cinco de Capital y los cinco de las sedes del Interior), el vicerrector y el Rector.
RiojaLibre se puso a investigar y consiguió las actas de cada sesión y –lo más importante- testimonios de ex Consiliarios que integraban estas ‘maratónicas’ sesiones. En el primer envío, nos centraremos en la sesión del mes de Octubre de 2012, en la que Tello Roldán expresó su intención de pasar los últimos días de su vida en una mansión en Oxford.
“Era común que el Doctor hable durante horas y horas, las Sesiones eran un monólogo de Tello y nosotros solo nos limitábamos a escuchar y asentir”, nos cuenta nuestra fuente para introducirnos en el tema. “Ese día, estaba hablando sobre su Catuna natal, siempre lo hacía… Ama mucho a Catuna, siempre la mencionaba”.
Luego de expresarnos una importante observación (“¿Por qué Catuna tiene una Sede Universitaria, no es un Departamento que lo amerite, no?»), el ex Conciliario prosigue con su relato: “El Doctor se babeaba imaginando sus últimos días de vida con total tranquilidad y paz, cuando se retire de la UNLaR y la ultra obsecuente de la hermana de la Ingeniera Carolina Peña Pollastri le soba el loma agregando: ‘Me imagino que orgullo para usted cuando pase los últimos días de su vida en su querida Catuna’”.
Luego de transmitirnos la rabia que sentía al ver como se desperdiciaba el tiempo que tendría que ser destinado a solucionar los problemas de la UNLaR, para ‘chuparles las medias’ al Rector e intentar escalar posiciones, nuestra fuente culmina su relato con la respuesta de Enrique Tello Roldán a Peña Pollastri: “Jo jo jo (risas sobradoras)… No querida, yo ya tengo mi casita comprada en Inglaterra, en el inicio del Río Oxford”.
A eso dedicaba las ‘honorables’ sesiones del Consejo Superior el ‘sabio’ ex Rector. Durante horas daba cátedras sobre sus propias experiencias (“A veces nos tenía como doce horas, y nos íbamos a las diez de la noche”) y enaltecía su figura con los obsecuentes que lo rodeaban. Mientras, el debate y las discusiones sobre los males que aquejaban a la UNLaR brillaban por su ausencia. “Era todo monólogo, y cuando llegaba la hora de las resoluciones, las informaba rápidamente, PERO NUNCA SE DEBATÍAN… Y olvídate que se votaban para ‘aprobarlas o no’… Lo manejaba a piacere”.
¿Te quedaste con ganas de más? Este solo el inicio, apelá a la paciencia. Tenemos todas las actas, grabaciones de las Sesiones y testimonios sumamente jugosos; de a poco lo iremos contando. Solo te podemos adelantar el título del próximo capítulo: “Comida abundante y público prohibido (menos Ceci y Mimí, claro)”.