… para meterse de cabeza en la campaña, atacar a diputados nacionales de Pro y a Elisa Carrió y convencer a su núcleo duro de incondicionales de que quienes atacan a César Milani son los mismos que impulsaron las leyes de obediencia debida y punto final. Está tan acostumbrada a hacer lo que se le da la gana que casi nadie se percató de que está violando la ley electoral. Lo que hizo anteayer, bajo la simulación de acto oficial, fue presidir un mitin partidario, con la ropa de jefa de Estado. Una típica decisión ventajera cuyo único objetivo es conseguir votos. O mejor dicho: retener los que se le están yendo a toda velocidad.
No es la única práctica política tramposa. También está la «manera democrática y pluralista» de distribuir segundos de publicidad radial y televisiva entre todos los partidos políticos que compiten el próximo 11 de agosto. El resultado es un verdadero cambalache cuya única beneficiaria será Cristina Kirchner, la gran electora. La razón: de un lado se escucha y se ve a decenas de candidatos que aparecen en tandas de unos cuántos segundos, repitiendo frases hechas, sin ningún atractivo particular; del otro, Ella emerge, por encima de todos, alta y luminosa, por la enésima cadena nacional o las larguísimas tandas de Fútbol para Todos, que regresará dentro de una semana para mostrarnos a un gobierno nacional, popular, solidario, potente y casi perfecto.
La última cadena duró 41 minutos. ¿Cuánta gente se detuvo a escucharla de verdad? Sólo los propios. O los convencidos. Para ser más precisos, una parte de ellos. Hablaba, por momentos, de temas muy serios e importantes, como la puesta de límites a la extranjerización de la tierra o la promulgación de la ley de fertilización asistida. Sin embargo, lo hacía con una carga de soberbia y un desprecio tan notable hacia los partidos opositores que generaba un rechazo muy fuerte entre quienes antes la observaban con atención. Está probado: los que no son «del palo» apagan la tele. O se van al cable. O buscan alguna FM que no la tenga en su programación. Los que estudian la dimensión de la fuga de oyentes y televidentes sostienen que es cada vez más rápida y notable. Y los que miden su impacto en la sociedad recuerdan que, durante enero y febrero, cuando la Presidenta casi no hizo uso de la cadena, levantó un poco su imagen positiva.
¿Le alcanzarán este tipo de incursiones a Cristina Kirchner para descontar en la provincia de Buenos Aires la ventaja que le está sacando Sergio Massa a su candidato Martín Insaurralde? Los encuestadores más serios están trabajando con ahínco para determinar si la brecha entre los intendentes de Tigre y de Lomas de Zamora se está reduciendo. Era de más de 10 puntos hasta hace dos semanas. La responsable de una de las consultoras cree que, en efecto, los 20 puntos de intención de voto con los que arrancó Insaurralde podrían terminar en 31 o 32, y que Massa podría alcanzar, si no se equivoca mucho, cerca del 38% de los votos. El postulante del oficialismo ya estuvo en programas no estrictamente políticos como Animales sueltos e Intrusos . «Cristina le está hablando a los propios, mientras Insaurralde trata de darse a conocer y Daniel (Scioli) le pone un límite a la fuga de votos que se iban para Massa», me explicó uno de los socios de otra encuestadora que se equivoca poco. «¿Pero le sirve, a Ella, dirigirse exclusivamente a su núcleo duro?», le pregunté. «No es que le sirva o no. Lo tiene que hacer, porque los números muestran que todavía no llegan al 30%», me explicó.
La caprichosa y cerrada defensa a César Milani, la explicación de la sociedad con Chevron y el silencio sobre la fuga y posterior presentación de Ricardo Jaime responden a esta estrategia: retener a los propios, antes que salir a buscar votos entre el 65% de los argentinos que no la elegiría nunca más. El problema que tiene el Gobierno es que, del otro lado, Massa no está cometiendo ningún error que ponga en peligro su futura victoria y los intentos de campaña sucia todavía no están teniendo efecto. Por ejemplo, los carteles amarillos con la firma apócrifa del Frente Renovador que aparecieron en la ciudad de Buenos Aires vinculando a Massa con Mauricio Macri, como si se tratara de un delito o un demérito, no le hacen mal a ninguno de los dos. Es más: le hace bien a cada uno de ellos y en sus respectivos distritos. Por eso el intendente de Tigre le pidió a Darío Giustozzi que dejara de criticar a Pro y se concentrara en difundir «los proyectos que sirven para mejorarle la vida a la gente». Por su parte, el jefe de gobierno de la ciudad está jugando el juego que más le gusta. Reivindica su alianza con Massa, pero le pone una condición explícita cuando revela que el líder del Frente Renovador le prometió que su principal objetivo era ponerle un límite a Cristina Kirchner.
Tampoco a Daniel Scioli se lo ve muy a disgusto con el papel que le encomendó la Presidenta. Tiene muestras de campo que sostienen que su compañía lo está ayudando al intendente de Lomas de Zamora, pero no como para arrimarlo a una victoria segura. Ni siquiera a un empate virtual. Un triunfo módico de Massa sobre Insaurralde sería un resultado ideal tanto para el gobernador de la provincia como para el jefe de gobierno de la ciudad, quienes trabajan para que el ex jefe de gabinete de Cristina no se transforme en el nuevo macho alfa del peronismo. Con ese objetivo trabaja Francisco de Narváez, que aspira a quitarle la mayor cantidad de votos, para negociar, en el futuro, en mejores condiciones que las que tuvo cuando se sentó, en su casa, con Massa, antes del cierre de listas para estas elecciones.
El intendente de Tigre se pasa la mayor parte del tiempo conteniendo a la propia tropa. Les repite, como un mantra, que la campaña será larga. Que la meta es octubre y que las PASO son solo un ensayo. Le mandó a decir a Fabián Gianolla y a Mirta Tundis que cuiden sus respuestas, porque pueden ser utilizadas para perjudicar al proyecto en el que vienen trabajando. Pero también le pidió a Felipe Solá que salga a responder solo lo estrictamente necesario, y que no ataque a nadie de manera personal, porque eso es piantavotos. Como no da puntada sin hilo, aprovechó esta semana para pegar su imagen con la del Papa. En su equipo de campaña dicen: «Francisco suma votos. Además, es la contracara de Cristina. No necesitamos responder a cada agravio. Nos pegamos a Bergoglio y matamos a dos pájaros de un tiro». Es un animal político, como lo era Néstor Kirchner. Por eso la Presidenta sigue tan preocupada.