“Aparte de llegar cansado de manejar tenés que ser tu propio mecánico, así que una vez que llegó al campamento tengo que revisar toda la moto, reparar los daños que pueda tener y prepararla para el día siguiente”, cuenta Rojo, quien con 20 años es el piloto más joven de esta edición del Dakar.
Para automatizar un poco su labor, Juan tiene una rutina que sigue al pie de la letra: “Primero hago una inspección de toda la moto para ver si hubo algún daño o algo que se soltó. Después reviso todas las piezas que se mueven, luego limpio y lubrico la cadena, cambio el aceite, el filtro de aceite y el de aire, y hago un chequeo de la parte de suspensión”.
Pero antes de meterle mano a su moto, se preocupa por sí mismo. “Eso es la prioridad porque tengo que estar bien hidratado y alimentado para hacerle frente a la carrera. Después me dedico a la moto y, por último, a marcar el libro de ruta de la etapa siguiente”, explica.
Aunque Juan confiesa que es muy difícil participar de un Dakar de esta manera, también le ve el lado positivo: “Todo lo que pueda conseguir tiene más merito”. Y tiene mucha razón.