Enseñar en una escuela rural implica una profunda vocación y un esfuerzo extra para realizar la labor educativa en medio de muchas condiciones adversas. El Independiente acompañó la jornada de este docente cuyo rescate testimonial trasmite lo que significa ser un maestro rural.
Marcelo Martínez es profesor de Inglés y en la semana viaja en bicicleta hacia la escuela Salina de Bustos, a 78 km de Patquía. Un día realizando su recorrido en bici por los senderos de arena, sirve para comprender el arduo trabajo educativo. La docencia rural es una profesión que trasciende la función educativa de enseñar, pues demanda temple, constancia, resistencia a arduos sacrificios cotidianos; capacidad de adaptabilidad y trabajo en condiciones inapropiadas y hasta hostiles; conocimientos sobre actividades rurales, además de los contenidos curriculares; sentido del afecto y la comprensión hacia chicos que viven en ámbitos en el que muchas veces hay carencias materiales y falta de vínculos interpersonales.
Martínez en diálogo con El Independiente relató que “cuando tenía 5 años mis padres nos llevaron a vivir a Río Negro, es por ello que tengo una tonada distinta a la del riojano. Volví en el año 98, hace 20 años y nunca se me pegó la tonada de acá, soy patquiense con orgullo, que es la capital internacional del viento Zonda, remolino, brisa suave, así es mi pueblo”, bromea.
Hijo de Juana y Casimiro, tiene tres hermanas, Claudia, Valeria y Natalia. “Soy el hijo mimado de la familia y creo que eso me ha llevado a ser muy comprensible con las mujeres, más en este trabajo, en donde abundan más las docentes”. “Este año se van a cumplir 14 años que trabajo, y todas las que venían a trabajar en las escuelas eran mujeres y se venían de La Rioja. Recuerdo a una maestra Patricia Zapata, que tenía tres hijos y los cargaba en su Falcón para venir a la escuela”.
El maestro no solo se caracteriza por ser un buen profesor de inglés y un audaz con la bicicleta sino también es un buen músico. Tiene una banda de rock pesado denominada Nerverland. “Me encanta el rock, y lo adopté viviendo en Río Negro, si hubiese estado acá quizás me especializaba en cuarteto y folclore. Mi estilo es punk y mis vecinos cuando me escuchan deben pensar que estoy adorando a Satanás cuando en realidad estoy barriendo, soy el alterador del barrio y todos me conocen así”, acotó entre risas el profesor.
Fuente: El Independiente