Los trucos para engañar al alcoholímetro son cada vez más y con las redes sociales viven su tiempo de viralización. Pero todos tienen algo en común: son falsos. Así lo demostró un estudio argentino que evaluó los efectos de todas estas trampas: la mayoría no tiene ningún efecto, y las que tienen, resultan poco significativos.
La investigación fue realizada por el Centro de Experimentación y Seguridad Vial (Cesvi) en mayo. Participaron hombres de entre 21 y 30 años, con un peso promedio de 85 kilos y con una cultura alcohólica moderada. El objetivo fue abordar un tema que preocupa: según datos de Vialidad Nacional, en 9 de cada 10 accidentes producidos los fines de semana se detectan valores por encima de lo permitido en alguno de los conductores.
Uno por uno, se testearon los mitos para burlar los controles de alcoholemia. Uno de los más difundidos, por ejemplo, es que el agua “limpia” el alcohol. Para saber si era cierto, un voluntario tomó una bebida alcohólica y luego, una gran cantidad de agua. La primera medición le dio 0,22 g/l. En la siguiente media hora, tomó 1,5 litros de agua y tras 15 minutos, el test arrojó 0,28 g/l. Falso.
“En los últimos tiempos crecieron las consultas sobre este tipo de leyendas. Hoy a través de las redes sociales y los foros de Internet se comparte información sobre estos pseudotrucos. Y se transforma en algo masivo al instante. Antes se daban a conocer por el boca a boca y quedaba entre un grupo más reducido”, explica Marcelo Aiello, gerente general de Cesvi.
Similares resultados se obtuvieron al testear los efectos de comer dos claras de huevos o tomar una cucharada de aceite antes de beber alcohol (el mito afirma que “enmascaran” la medición), o de masticar granos de café, lavarse los dientes con dentífrico o tomar un exprimido de naranja después de un consumo etílico excesivo (otras presuntas “herramientas” para tapar). Las mediciones no mostraron cambios significativos. En criollo, todo trucho.
Lo mismo ocurre con los “falsos positivos”. Pero en estos casos, los mitos tuvieron una base real: la cerveza sin alcohol, los jarabes y hasta los bombones de licor pueden hacer subir el alcoholímetro si se hace el test apenas se los consume. Pero al realizar una segunda medición (por protocolo se deben hacer hasta tres con intervalos de 15 minutos, explicaron en Cesvi) el registro baja hasta un rotundo cero.
Aunque detrás de estas leyendas urbanas haya mucho de la inefable viveza criolla, los trucos para zafar del alcoholímetro no son un invento argentino. Estudios internacionales revelan que millones de conductores de todo el mundo echan mano a estos trucos. En España, una encuesta mostró que el 12% de los automovilistas está convencido de que son útiles y uno de cada 10 reconoció que los utiliza.
Hernán de Jorge, del departamento de Seguridad Vial de Cesvi, agrega: “Cuando tenés alcohol en el cuerpo y llega a los pulmones, no podés mentir. No se disimula si te lavás los dientes o comés pastillas. Las partículas de alcohol estarán en los alveólos pulmonares”.
En nuestro país, el alcohol es la sustancia psicoactiva con mayor nivel de consumo. Según datos del Observatorio Argentino de Drogas, casi el 20% de los argentinos de entre 16 y 65 años registra niveles de “abuso”. Esto significa, por ejemplo, tomar al menos una vez al mes 8 o más latas de cerveza. Los registros son más altos entre los jóvenes (28% entre los 16 y 24 años) y dentro de ese grupo crece mucho entre los varones (34,4%).
“El alcohol y la conducción son antagónicos. Y si alguien busca un truco para saltear la alcoholemia, es fácil presumir que quiere tapar una anomalía”, apunta Aiello. Los registros del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad le dan la razón. La cantidad de controles positivos crecieron un 25% de 2013 a 2014. El promedio: uno cada 3,5 horas.
“El único truco es no tomar alcohol al conducir. Incluso en niveles menores de consumo, dentro del marco permitido por la ley, genera alteraciones del 40% en la precisión de maniobra y un aumento del 20% del tiempo de reacción. Conducir es una actividad compleja: hay que tener todos los sentidos a pleno”, concluye Aiello.