Durante una visita a Tucumán, Martín Menem volvió a mostrar su perfil más ortodoxo y severo al reiterar su propuesta de achicar el Estado a cualquier costo. «Los gobiernos provinciales tienen que apuntar a bajar el gasto», dijo sin titubeos. La traducción práctica de esa idea es tan simple como brutal: despidos masivos en la administración pública. En La Rioja, donde el 97% de los fondos nacionales se destinan a salarios, sus palabras suenan a amenaza directa para miles de familias.
El presidente de la Cámara de Diputados se mostró convencido de que “el Estado no genera nada” y que su objetivo es “correrlo de las actividades que no son esenciales”. Bajo esa lógica, Menem proyecta un futuro donde sólo cuatro áreas —salud, educación, seguridad y justicia— se mantendrían en pie, mientras que el resto del empleo estatal se vería seriamente afectado. «El resto lo tiene que hacer el sector privado», insistió, promoviendo una competencia fiscal entre provincias que podría profundizar las desigualdades.
El dirigente libertario, alineado con el proyecto de Milei, no sólo omite el impacto social de sus propuestas, sino que las presenta como un camino inevitable. “Los gobernadores que primero vean que tienen que bajar el gasto son los que más posibilidades tienen de continuar su carrera política”, declaró. Menem no habla de eficiencia ni de calidad institucional, sino de una poda despiadada cuyo único objetivo es “sacarle el peso de encima al ciudadano”. Lo que no dice es quién cargará con el costo humano de esa mochila.
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