Redacción de RiojaLibre
Ricardo Quintela ya es Gobernador de La Rioja. Ahora, se debe pensar la Provincia para adelante, y quizás el primer gran dilema a resolver por el Gobernador electo y su entorno íntimo es ‘sectarismo vs aperturismo’.
Hay un grupo Q que está convencido que la política solo se construye con sentimiento, pasión y lealtad. Para esta vertiente, en la que se destaca -por ejemplo- Harry Pérez, la Gobernabilidad se reduce a un círculo estrecho donde ‘nuestra forma de pensar, nuestra actitud’ parece la única correcta y posible.
En esta corriente, el espacio Político se reduce a un grupo pequeño, a una ‘mesa chica’ cada vez más chica, al modo de una secta, donde para entrar hay que jurar lealtad y hacer ciertos rituales de iniciación. Es curioso ver cómo los adeptos a esta postura son bastante reacios a admitir jefaturas, porque cada uno se cree con una capacidad innata de liderazgo. El único Jefe que se reconoce es el ‘líder’.
Las sectas suelen creer que los que están dentro de sus límites son los únicos que entienden el mundo y comprenden lo que pasa. A su vez, son los únicos responsables de las buenas noticias, como el triunfo electoral del #27O. La ‘razón’ no tiene lugar en el Sectarismo, todo es pasión y sentimiento; solo así se explica que un sector que ‘se la jugó’ por una lista que obtuvo 1.700 votos se crea responsable de un triunfo que se logró gracias a 90 mil votos.
En el sectarismo el fracaso político siempre se debe a un hecho exterior (así sucedió en 2007 y 2015), y el éxito es por la grandeza sobrenatural propia, que -insistimos- no se explica desde la Razón.
Ahora bien, lo que esta parte del Quintelismo no comprende es que la actitud sectaria suele volverse en contra. Las posiciones fanatizadas, las energías cercadas y limitadas por el sectarismo, terminan dañando las filas internas que no encuentra más salida que la constante autolesión.
En el sectarismo se termina odiando todo aquel dirigente que ha tenido la capacidad de desarrollarse políticamente más allá del espacio. Si un dirigente osó con crecer políticamente desde 2015, lo menos que se le dice es ‘traidor’.
En el sectarismo, existe un sentimiento de inferioridad oculto, que da rienda suelta a la pasión y el sentimiento para imponerse ante personas más calificadas que provengan desde fuera del espacio. ‘Nosotros, nosotros y nosotros; quien no estuvo, no está o dudemos de que no pueda estar con nosotros es un traidor y no merece nada’.
En el sectarismo el ‘aperturismo’ es un pecado capital. Gobernar con quienes no votaron o no estuvieron con ‘el líder’ es el peor de los destinos. La devoción por el líder es el único camino; quien más chupamedia sea, cargo más importante merece.
‘Ahora todo cambia, ahora el Gitano tiene la llave’, suelen repetir los sectaristas Q para dejar en el pasado las muestras de aperturismo que existieron durante la campaña. El sentimiento y la pasión obnubilan la razón: no se puede ver, no se puede comprender que 6 de cada 10 riojanos NO eligieron a ‘el líder’ como Gobernador.
En estos 36 días que quedan hasta el 10 de Diciembre, el Gobernador electo deberá definir qué sello le imprime a su Gestión. El primer gran dilema a resolver es si le da lugar al sectarismo harrista donde cada funcionario deberá tatuarse una Q bien grande en la frente antes de asumir, o si abre las puertas de su Gobierno a un ismo superior, que lleva 70 años de vida en la política argentina y se denomina ‘peronismo’.
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