«Estaba aburrida en la clase de Derecho Mercantil y le pedí el iPhone a un amigo para jugar. En un recreo compré chupetines y me empecé a grabar chupando el Pico Dulce de manera sensual. Como todos se reían, lo hice cada vez más provocativa. El pibe empezó a pasar los videos. Me enteré de todo cuando, de un día para el otro, tuve más de cien pedidos de amistad en Facebook», contó la joven nacida en Italia sobre su salto a la fama.
Annalisa llegó a la Argentina a los 17 años para vivir con su madre. Estudió un año en la Universidad Católica Argentina (UCA), pero decidió dejar la carrera para «ver qué quiero realmente». En ese sentido, aclaró: «Me gustaría desfilar, hacer campañas, sacar una línea de ropa. No soy materialista. ¡Nadie se imagina todo lo que hay dentro de este envase explosivo! Me doy cuenta de que los tipos se calientan cuando me miran, pero mi vida pasa por la fe, la salud, el amor y el dinero, en ese orden».
Además, aseguró que no es «ninguna tonta» porque habla italiano, inglés, latín, alemán, griego, francés y español. «Mi imagen de femme fatale asusta, pero la verdad es que soy un ángel ¡con mezcla de demonio!», confesó, paradójicamente. Y agregó: «Por Internet, algunos hombre me ofrecieron 20 mil dólares, un auto cero kilómetro y viajes por una noche conmigo. Tuve propuestas para hacer tele y una película porno».
Por otro lado, la joven de 25 años dijo: «A mi curita le conté que me ofrecieron ser la tapa de Playboy y salir desnudita… Pero soy muy católica. Llevo siempre un rosario de Jerusalén, un piercing de San Judas Tadeo, dos tatuajes (una cruz y una frase de San Mateo: «Estaré contigo todos los días hasta el fin del mundo), rezo todos los días y tengo a Dios siempre presente».
Además, confesó que nunca se filmó en la intimidad y que «no soy obsesiva ni ‘persecuta’: perdonaría una infidelidad. Si me gusta alguien, hago cualquier cosa para conquistarlo. A veces sueño con encontrar un buen hombre, y hasta con casarme y tener hijos».
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