En los últimas semanas se ha dado el debate en torno a los famosos «manteros». El municipio decidió reubicarlos fuera del microcentro, en cumplimiento de la ordenanza 2111 del año 1992 con las modificaciones de las ordenanzas Nº2161 y Nº4253.
Un grupo de concejales liderado por el PRO (Aleua), Radicalismo (Cutrona) y Quintelismo (Alcira Brizuela), pretenden prorrogar la medida adoptada por el municipio por 40 días, es decir, extender la ilegalidad de la situación, con el único afán de ser opositores, en total desmedro del trabajo riojano.
Si el municipio extendiera hoy la medida, en medio de las vacaciones, llegarían vendedores de todo el país a apostarse a las peatonales.
El gobierno municipal ha tenido aciertos y desaciertos en éstos 7 meses. Pero, sin dudas que una medida acertada ha sido sacar a los manteros de la vía pública. Hoy, en provincias como Catamarca, resulta imposible caminar por las peatonales por la cantidad de manteros llegados de otras provincias que se instalan en el piso en total perjuicio de los comerciantes locales.
Los manteros no son siemples y humildes comerciantes. Así como lo sañaló la Confederación Argentina de la Mediana Empresa en la nota remitida al Viceintendente Felipe Alvarez, «detrás de los manteros y las saladas existe un negocio millonario diseñado por mafias organizadas que desarrollan un sistema trabajo esclavo, trata de personas en talleres clandestinos, contrabando, robo y piratería de mercadería y corrupción». Basta con conocer el paño. De unos 35 manteros, solo unos 7 son riojanos. El resto vive hace tiempo en La Rioja o son traídos por los verdaderos dueños de la mercadería para vivir por un tiempo en donde comercializan los productos. Son conocidos varios de ellos por sus autos 0 km y verdaderas mansiones.
Es claro que hay que proteger al simple y humilde vendedor de comestibles artesanales (pochocolos, manzana acaramelada, copos de nieves, praliné, etc). En tal sentido el Municipio no cuestiona a tales vendedores. Inclusive, tampoco cuestiona a los manteros, si no que hace cumplir una ordenanza estableciendo que podrán vender en lugares indicados al efecto, pero fuera del centro.
No resulta justo para un comerciante que tiene todo en regla, pagando tributo nacionales, provinciales y municipales; que es dador de trabajo a familias riojanas, que al frente de su negocio tenga apostado un vendedor con la misma mercadería (o peor aún, trucha), vendiendo a mitad de precio.
Por ejemplo, un comercio pequeño de indumentaria del microcentro hoy tiene que abonar de gastos fijos alrededor de 40 mil pesos, entre alquiler, luz, y solo dos empleados de trabajo.

