La hora señalada. A las 21.30 horario en el que estaba previsto el inicio del juego, la pantalla gigante devolvió la primera imagen de David. El guerrero se estaba preparando para una de sus últimas contiendas. Quizá, la más especial. En casa y ante su gente.
Nadal y Nalbandián en una de las ciudades más lindas del mundo: Unquillo
La naturalidad con la que se calzó la vincha despertó los primeros aplausos, sacó a la luz las emociones. Por los pasillos que lo llevaban a la cancha seguramente habrá repasado los momentos más importantes de su carrera. Tal vez, habrá pensado en la frustración que sintió hace exactamente cinco años atrás cuando se le escapaba el sueño de la Ensaladera de Plata.
Pero al ingresar al reducto, el “olé olé olé olé David David” fue el primer gesto de agradecimiento del público para con la entrega del Rey en Copa Davis. “Este es un día increíble para mi, es un placer jugar una vez más en casa. Quiero agradecer que estén aquí, como lo hicieron siempre haciéndome sentir el apoyo que siempre tuve en mi Córdoba querida”, dijo un emocionado David antes de comenzar el peloteo previo.
Escuchar y difrutar. El sonido mágico del contacto de la raqueta con la bola, los pedidos para que se quede un tiempo más en el equipo argentino y hasta el “jugale por el asado David” le metieron magia a la despedida del unquillense.
En el sorteo, Nalbandian eligió recibir. Claro, era su noche. La noche en la que recibiría no sólo la potencia del saque del actual número uno del mundo, Rafael Nadal, sino el cariño y el agradecimiento de las más de 5000 personas presentes en el Orfeo. Pero además, como no iba a elegir recibir, si su devolución fue marca registrada en los 13 años en los que recorrió el circuito como profesional.
Respeto, admiración y más de un “aaaaahhhh” cuando la pelota se dormía en la red fueron los protagonistas de la noche. El “Vamos David” no dejó de sonar ni un momento y el asombro por “poner justo ahí” una pelota difícil de devolver hizo olvidar ese maldito hombro que lo sacó del circuito y no le permitió estar con la camiseta puesta en las últimas series de la Davis 2013.
Gracias David. Córdoba es Córdoba y David lo sabe, por eso festejó cada una de las ocurrencias que bajaron de la tribuna. Desde un “vos sos el verdadero número uno” hasta un “Gracias David” le sacaron una sonrisa y le permitieron dialogar con su público, su gente. Quizá sin mediar palabra, pero sí con una sonrisa cómplice.
El goce mismo. El Rey disfrutó de su noche, la vivió a pleno, corrió cada pelota y metió bolas contra las líneas, al mejor estilo David. En el comienzo de su despedida (este sábado volverá a enfrentarse a Nadal en Buenos Aires) brilló. Como lo hizo en aquellas dos semanas en las que conquistó los Masters 1000 de Paris y Madrid, ganándole al propio Rafa, a Federer y a Djokovic; como cuando se consagró Maestro ante Roger. El “olé olé olé olé David David” fue el himno de la noche, la melodía que hizo olvidar la operación de cadera y el hombro maltrecho, la canción que rememoró las épicas jornadas de la Davis.
El guerrero comenzó a despedirse y el tenis, a extrañarlo.
Ganador. El partido quedó para el cordobés. Fue 6/4 y 7/6 con un desarrollo del juego donde mostró su toque distintivo, su talento.