Hemos “transformado la realidad”. Esta es la frase que reitera con orgullo la Presidenta en sus discursos oficiales y es repetida hasta el cansancio por funcionarios. Claro que la palabra “transformar” tiene múltiples significados. Uno de ellos es el de “hacer cambiar de forma a algo o alguien, transmutar algo en otra cosa”. El spot que lanzó para impulsar la candidatura de Martín Insaurralde viene a ser una suerte de “obra cumbre de esta habilidad” de la que, por cierto, carece el arco opositor.
La “magia K” está volcada a un spot. De todos los anuncios presentados para los comicios del 11 de agosto, sin dudas, es el que mejor “rankea” en cuanto a la elaboración, modernidad, transmisión del mensaje y emotividad.
Se titula “En la vida hay que elegir”. Y ahí el kirchnerismo da una lección sobre cómo se puede hasta construir una publicidad sobre la base de temas que han sido resonantes fracasos y transformarlos en luchas épicas.
Desde la economía hasta los programas de asistencia social, desde el cuidado ambiental hasta el estado de la infraestructura básica, todos los defectos del Gobierno han sido transformados en puntos fuertes de los cuales hasta hay que enorgullecerse.
El contundente eslogan consigue su objetivo de simplificar la situación política, polarizar la opinión pública y dejar bien parada a la Presidenta.
Con la ayuda de la excelente factura técnica en su producción y la emotiva música de fondo, el spot viene a confirmar que, a pesar de las burlas y las críticas, “el relato” sigue dando rédito electoral. Pero nunca se está libre de que haya alguien dispuesto a mirar el “lado b” de estas imágenes.
Cuidado del medio ambiente
Lado A
El spot refiere también a la riqueza natural de la Argentina y a la decisión del Gobierno de “cuidar lo nuestro”. El relato apela al fuerte nacionalismo para emocionar a buena parte de los televidentes.
Lado B
Basta poner la mirada sobre la actividad minera en la Argentina, el alzamiento de pueblos enteros o las protestas de ambientalistas para darse cuenta de que se está muy lejos de “cuidar lo nuestro”.
De acuerdo con datos de la Secretaría de Minería de la Nación, en los últimos ocho años la extracción de minerales creció en el país más de un 650 por ciento.Este crecimiento estuvo acompañado de levantamientos, bloqueos, cortes de rutas y manifestaciones a lo largo y ancho del país.
Un ejemplo lo brinda lo sucedido recientemente en Famatina, provincia de La Rioja. Las protestas crecientes de los habitantes derivaron en el retiro de la minera canadiense Osisko, algo que fue celebrado por el propio pueblo como una verdadera victoria.
En el noroeste argentino las manifestaciones tampoco paran de repetirse, al igual que el reclamo de los ambientalistas.
Todo esto sucede en un país en el que el 7% de sus áreas más productivas (17 millones de hectáreas) se encuentran en manos extranjeras y en un contexto de aplicación casi nula de la Ley de Glaciares, pese a que fuera sancionada dos veces.
Ese “cuidar lo nuestro” también hace “ruido”, por ejemplo, si se aborda la problemática de la deforestación.
De acuerdo con organizaciones sociales, hasta fines de 2012 se habían deforestado 1.145.000 hectáreas, a razón de unas 26 hectáreas por hora. Si se suman los desmontes, en los últimos nueve años se arrasaron 2.501.912 hectáreas. Esto es el equivalente a 124 veces la superficie de la Ciudad de Buenos Aires.