Redacción de RiojaLibre
Lo que terminaron de concretar los estudiantes en la jornada de ayer no fue una ‘noticia’ más. No estamos frente a un ‘tema del momento’ al que en unas semanas ya nadie le llevará el apunte. Seguramente, los medios de comunicación dejarán de cubrir esta noticia y ya no le dedicarán el amplio espacio que le dan por estas horas; pero eso no significa que haya sido una ‘noticia’ más. Los estudiantes riojanos -con la ayuda de los docentes y los otros estamentos, claro está- protagonizaron una revolución; no debe temblarnos el pulso para afirmarlo.
Por el contrario, debemos se taxativos al hacerlo. No deben quedar dudas que la Toma de la UNLaR fue un proceso revolucionario que se constituirá como un hecho histórico, e integrará los manuales educativos de los próximos años. Gracias a la lucha incansable de estos héroes, La Rioja puso fin a una Tiranía y le devolvió la democracia a una Institución que hace años que no la gozaba.
El exagerado énfasis que ponemos en asegurar que fuimos testigos de una Revolución, es para diferenciarlo de un hecho común más; y dejar en claro que lo que sucedió en los últimos 21 días en la UNLaR solo es posible -y aceptable- en el marco de un proceso revolucionario. Si damos lugar a una lectura errónea de que “un par de alumnos revoltosos se encapricharon contra un rector y tomaron la Universidad”, estaríamos desatando un descontrol poco deseado para una sociedad democrática.
Un recordado revolucionario como Emiliano Zapata decía que “no hay nada que le haga peor a una Revolución que una falsa revolución, porque la deslegitimiza”. Identificaba como ‘falsa revolución’ a estos ‘caprichos’ a los que nos referíamos. Nos vemos en la obligación de poner un ejemplo para clarificar: Supongamos que 10 alumnos secundarios reprueban un examen, consideran que las preguntas fueron muy difíciles e inician una protesta contra la Profesora. El reclamo se agudiza y toman el curso. Claramente, no nos enfrentamos a una Revolución. Cuando la sociedad vea que los ‘alumnos’ son sancionados –justamente- por revelarse a una autoridad, un futuro y posible reclamo por una causa justa que culmine con la toma de un aula, perdería credibilidad. A eso se refería Zapata.
Luego del hecho histórico que hemos vivido, es imperantemente necesario aclarar que el respeto a una Institución debe estar por encima de todo. Un ensayo de la Universidad Nacional de Córdoba nos dice que “Entender y comprender la institucionalidad, pasa por el punto de cumplir reglas y hacerlas cumplir, no por el bien propio, sino común, y eso solo se puede lograr cuando generemos una memoria colectiva; basada en principios fundamentales y valores renovados, que una sociedad como la nuestra, necesita”.
¿Cómo se justifica –entonces- que se haya respaldado el desconocimiento (por parte de los estudiantes) de las autoridades, violando las normas y reglas establecidas en el Estatuto, interrumpiendo el dictado de clases y tomando la Universidad? Precisamente, por lo que venimos repitiendo enfáticamente: Porque fue una Revolución. Una causa que excede la situación normal y regular de un sistema.
Es por ello que habiendo culminado la fase de rebeldía de dicho proceso, creemos conveniente aclarar que en una sociedad Democrática no se debe perder la Institucionalidad como principio básico si se quiere progresar. Por ello, resulta alarmante y aberrante escuchar frases como “el próximo sos vos Beder”; o ver en los muros de Facebook de políticos/candidatos graffitis con leyendas golpistas como “ya le tocó a él (foto de Tello Roldán), ahora te toca a vos (foto del Gobernador)”.
Así como resulta inverosímil aceptar que 10 alumnos tomen un curso por reprobar un examen, es una locura el solo hecho de imaginar una toma de la Casa de las Tejas por considerar negativas las políticas del Gobernador. Más allá del grado de oposición que tenga con respecto a un determinado gobernante, nunca debe olvidarse que el respeto a la Institución debe prevalecer ante cualquier crítica. Si creemos que Quintela, Beder Herrera, Cristina o cualquier otro gobernante está equivocado, la solución está en las urnas; no en actitudes golpistas. Lo repetimos por enésima vez: Tello Roldán había instaurado una tiranía en la UNLaR y eso lo diferencia de los Gobernantes antes mencionados. En la UNLaR no existían las garantías suficientes para resguardar los derechos de los estudiantes, por eso el pedido siempre (Sí, ‘siempre’, más allá de que a veces algunos hayan querido confundir) fue ‘Democracia en la UNLaR”. Esa es la diferencia básica y fundamental: en la UNLaR no había democracia; en nuestra Ciudad, Provincia y País SÍ. Consecuentemente, en la UNLaR fue necesario un proceso revolucionario; y en nuestra Ciudad, Provincia y País, NO.
No faltará algún imberbe que intente confundir el propósito de esta columna y nos acuse de Quintelistas, Bederistas o Kirchneristas. No estamos defendiendo a un Político, estamos defendiendo a la Democracia; solo respetando las Instituciones puede conseguirse un progreso sostenido en una sociedad democrática.