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Investigación documental del Vatican Insider

La beatificación de Enrique Angelelli sigue dejando tela para cortar. Muchos utilizaron una foto de Angelelli con la bandera de Montoneros detrás para cuestionar dicha beatificación. Aquí te mostramos una investigación documental del Vatican Insider sobre Enrique Angelelli. La foto fue tomada durante una misa en el Barrio 4 de Junio: enterate por qué estaba la bandera de Montoneros.

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La verdadera historia de la foto de Angelelli y Montoneros

Por ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZ
CIUDAD DEL VATICANO

En los primeros meses de 1976 Enrique Angelleli no estaba tranquilo. En torno a él se recrudecía un ambiente hostil. Había recibido amenazas de muerte y estaba en la mira de los militares, que avanzaban con un sanguinario proceso que dejaría miles de muertos y desaparecidos durante la dictadura militar argentina (1976-1983). Desde 1968 era obispo de La Rioja. Por su cercanía a campesinos y sectores populares lo apodaban despectivamente “obispo rojo”. En este contexto, una foto le hizo la vida imposible. La usaron contra él muchas veces, antes y después de su asesinato. En ella se lo ve celebrando misa con una bandera de Montoneros en el fondo. Vatican Insider reconstruyó la historia jamás contada detrás de esa estampa.

La fotografía en cuestión volvió a aparecer en la prensa argentina en los últimos meses y fue presentada como la “prueba” según la cual, monseñor Angelelli, habría “estado comprometido con teorías y movimientos alejados de la doctrina católica”. Y por eso, no merecería ser reconocido como mártir y beato, durante una ceremonia ya programada para el 27 de abril de 2019. Hoy como hace más de 40 años, se le acusa de promover la violencia y de convocar a la lucha armada a los jóvenes de su tiempo.

Pero los hechos relacionados con aquella fotografía cuentan una historia totalmente distinta. La imagen corresponde a una celebración que tuvo lugar el miércoles 7 de noviembre de 1973, durante la inauguración de una sala de primeros auxilios ubicada en el Barrio 4 de junio, al oeste de la ciudad de La Rioja. El episodio fue relatado por primera vez en la edición del 8 de noviembre del diario “El Independiente”. Allí, en primera plana, puede verse la figura del obispo celebrando la misa. Al aire libre, en el patio de la misma sala, acompañado vistosamente por jóvenes, familias e incluso niños. Muchos de ellos con vestidos cuidados, casi de gala.

Según reportó el artículo, publicado en la página 4, a la reunión asistieron “dirigentes y numeroso público”. Como parte de la ceremonia, fue “Claro Fuenzalida, quien recibió en representación del subsecretario de Salud Pública de la provincia, la sala y su dotación de medicamentos, entregados simbólicamente por la presidenta de la Unidad Básica, Azucena viuda de Díaz”.

Se trató, entonces, de un acto abierto en una zona pobre y periférica. Resultan sugestivas las palabras usadas por el propio monseñor Angelelli durante su homilía y difundidas por “El Independiente”. En ella expresó que “la sala de primeros auxilios es algo muy grande, porque está relacionada con el dolor del hombre de nuestro pueblo, evidentemente del Bario 4 de junio. Es muy serio lo que se ha hecho y habla del esfuerzo y del amor. Atender el dolor del pueblo es como atender parte del cuerpo de Cristo”.

Lejos de promover la confrontación, llamó “a la unidad de todo el barrio” ya que, “si no sabemos perdonar, no podemos salir al cruce del dolor”. Y enfatizó: “No levantemos las manos para condenar. Caminemos juntos. Nunca se edifica nada estable sobre la mentira y la difamación”. Luego, finalizada la misa, las instalaciones fueron bendecidas por el obispo.

Según los reportes periodísticos, aquel fue un acto convocado por la Juventud Peronista y no por Montoneros. Estos últimos, se sabe, se dieron a la clandestinidad el 1 de mayo de 1974, tras un famoso altercado con el entonces presidente Juan Domingo Perón por el cual fueron echados de la Plaza de Mayo, en el centro de Buenos Aires, siendo acusados de “imberbes” por el propio mandatario. Hacia finales de 1973, Montoneros no era una organización proscripta y en muchas de las provincias argentinas era considerada como “la cenicienta de la liturgia peronista”, como alguna de las agrupaciones políticas juveniles actuales en el país.

El nacimiento y la evolución de Montoneros fue variado según cada región argentina. De hecho, no era extraño encontrarse a líderes peronistas jóvenes que eran, al mismo tiempo, activos catequistas y eran montoneros. ¿Un ejemplo? Pedro Corzo, católico que se mantuvo vinculado a la capilla del Barrio 4 de Junio hasta su muerte, algunos años atrás. Él fue jefe de la Unidad Básica en esa zona y líder de Montoneros.

Más allá del contexto histórico, destaca otro dato. Según explicó Enrique Martínez, actual obispo auxiliar de Santiago del Estero, diversos testimonios que recogió de primera mano aseguran que, al iniciar aquella misa, Angelelli no había reparado de la presencia del cartel a sus espaldas, colocado allí por algunos muchachos como expresión de su entusiasmo juvenil.

Uno de estos jóvenes de aquella época, se comunicó con Martínez tiempo atrás para hacerle saber que el obispo, al darse cuenta de la presencia de la bandera terminada la celebración, los llamó a un costado para recriminarles y reprenderles, “con caridad pero con firmeza”, sobre aquel gesto. Y añadió que, en diversas ocasiones, el propio Angelelli manifestó su preocupación por los dolores de cabeza que, ya advertía, ese episodio le podría acarrear.

No se equivocaba, porque aquella misma imagen fue usada en su contra menos de tres años después, en 1976, por el diario “El Sol”. En los tiempos más álgidos de la dictadura, ese periódico fue la punta de lanza de las acusaciones y los señalamientos contra el obispo. Y, tras su muerte el 4 de agosto de 1976 en el kilómetro 1058 de la Ruta Nacional 38 (cercanías de la localidad de Punta de Llanos), se convirtió en la principal publicación defensora de la tesis del accidente automovilístico, que por años permaneció como una “verdad oficial”, de régimen.

El 19 marzo de 1976, cinco meses antes de su asesinato, Angelelli era blanco de una intensa campaña mediática. “El Sol” de ese día reportó su insistencia abierta en que “se pretendía complicar a la Iglesia con la guerrilla”. Pero quiso desmentirlo republicando la famosa foto. Y lo cuestionó abiertamente por “olvidarse del cambio de la cruz por el emblema de Montoneros”.

Días antes, el obispo había asistido a celebrar una misa en el Instituto Luis Torres Molina, con motivo del inicio de las clases en el establecimiento y, ahí mismo, debió escuchar un “fuerte pronunciamiento” del Comodoro Lázaro Aguirre, jefe del Centro de Ensayo y Lanzamiento de Proyectiles Autopropulsados (CELPA), una unidad operativa de las Fuerzas Aéreas Argentinas con sede en La Rioja. Una especie de mensaje amenazante no demasiado velado.

“El Sol” acusaba además a Angelelli de pronunciar “un sermón inspirado en el tercermundismo”, y alejado de la visión “de la Iglesia universal”. Una costumbre de ese diario, que daba espacio a todo tipo de denuncias, nunca circunstanciadas, contra él. Como las que lanzó el martes 20 de noviembre de 1973 bajo el título: “El obispo Angelelli y Paoletti habrían preparado la infame maniobra marxista para destruir a sus principales opositores ante la visita del veedor papal”. En forma de pregunta, la publicación avanzó dudas que jamás hallaron fundamento, pero sí lograron su cometido de afectar la autoridad moral del clérigo.

“¿Puede un obispo, sin desmedro de su función, dedicarse ‘full time’ a la promoción, organización y apoyo de cooperativas alentadas por el Partido Comunista? ¿Puede un obispo autorizar a su feligresía a comulgar sin previa confesión, cualquiera sea el estado de su conciencia, y por otro lado excomulgar a todo un pueblo porque lo cuestiona? ¿Puede un obispo hablar de ‘su’ Iglesia riojana, autónoma y prescindente de la Iglesia universal?”, cuestionaba.

Ningún rastro de todas esas acusaciones de supuesta “herejía” y pretendida “convocatoria a las armas” se pudo encontrar en los cuatro voluminosos tomos que recopilan prácticamente todas las homilías de Angelelli, sobre todo aquellas que lograban gran difusión porque eran transmitidas a través de la radio. Los textos son consultables. De buena parte de esos sermones existe registro audio, porque eran grabados. Todo se conserva en el obispado de La Rioja, incluida la carta pastoral de Cuaresma de 1975, de gran impacto por su llamado a luchar por la justicia y la paz.

Pero en aquella época no era necesario presentar evidencias para complicar a un activista social o a un obispo, y dejarlo en la mira de los militares. Bastaba con hacer llegar informes difamadores a los centros de inteligencia para poner en marcha el mecanismo represivo. Como constató el Centro Tiempo Latinoamericano de Córdoba, una de las instituciones querellantes en el juicio contra los autores intelectuales del asesinato del obispo riojano: “En el Archivo de la Comisión de la Memoria de La Plata abundan escritos que endilgan vinculaciones del obispo Angelelli con la ‘subversión’, sin que en caso alguno estén respaldados en pruebas objetivas y documentadas. Pero fueron justamente esos informes maliciosos los que abonaron las mentes asesinas de los militares que ordenaron ejecutar el crimen”, precisó uno de sus informes.

Eso ocurrió con los otros mártires que serán declarados beatos el 27 de abril próximo: el fraile argentino, Carlos de Dios Murias, el padre francés “fidei donum” Gabriel Longueville y un laico padre de familia, Wenceslao Perdernera. Todos ellos eran cercanos a Angelelli. Todos ellos torturados y asesinados en 1976, a distancia de pocas semanas uno del otro. Por eso el obispo sabía que su hora estaba cerca. Sobre todo, también, por la hostilidad que, en muchos ámbitos, se multiplicaba en su contra.

Los rumores y las acusaciones superficiales, en una sociedad dividida y polarizada, llegaron a hacer mella también entre ciertos sectores del propio catolicismo riojano, entusiasta de la dictadura y que mal aceptaba a su pastor. Provocaron, incluso, reacciones extemporáneas. Como una que atestiguó la hermana Felisa Bernahola, ahora de 86 años, quien llegó a ser directora del Colegio Sagrado Corazón de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús en la ciudad de La Rioja en aquellos años.

Allí conoció bien a Angelelli. No sólo destaca su sencillez y su autenticidad, también cuenta un episodio que describe bien el grado de encono contra él que se había alimentado desde algunos ámbitos de poder.

“Dos días antes de la confirmación de nuestras alumnas, el obispo fue a darle una charlita a los padres y cuando estábamos en el patio, las alumnas formadas, el obispo venía entrando y de pronto se aparece entre un grupo de padres, el padre de una alumna y lo golpea a puño cerrado por detrás en la espalda”, contó la religiosa, en una entrevista publicada en el sitio dedicado a la madre Catalina de María Rodríguez, fundadora de las Esclavas y beatificada en noviembre de 2017.

“Ese momento no lo olvidamos, fue muy triste, las niñas se asustaron y lloraban… la hermana Cecilia -anciana pero con una voz potente – puso orden y dijo: ‘Señores sus hijas se están formando para recibir el sacramento y el obispo es el encargado de la parte espiritual, y ¿por qué hacen esto?’. Volvió el orden y monseñor Angelelli hizo una breve reflexión a los padres, sobre la importancia de la confirmación”.

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