Por Archi Torres – Periodísta
Lejos de del Obelisco y la General Paz, los estudios de televisión y de las estadísticas macroeconómicas, se advierten situaciones críticas ante un estado nacional ausente que privilegia el equilibro fiscal por sobre el ser humano: Es el resultado de una tormenta perfecta cuyos ingredientes son la inflación con números disfrazados frente a un real incremento de la pobreza, con políticas nacionales de ajuste extremo y un sistema público de salud que, por el abandono, cruje por todas sus costuras.
Se advierte con horror cómo las decisiones que se toman en Buenos Aires, a espaldas de un país federal, tienen un impacto directo y devastador en la salud de los más vulnerables.
La obsesión nacional por el superávit fiscal a cualquier costo, el faro que guía al gobierno del Presidente Javier Milei, está impactando en La Rioja y en el resto del país traducido en un ajuste que no recae sobre abstracciones económicas, sino sobre la carne y los huesos de los jubilados, los pensionados, las personas con discapacidad, los enfermos crónicos y los miles de familias que sobreviven sin red alguna.
El recorte brutal de transferencias a las provincias, la suspensión de programas sociales y la desregulación de precios han creado un cóctel explosivo.
En esta semana un puñado de legisladores diputados insensibles ratificaron el veto de Javier Milei que permitía mejoras en el ámbito de jubilaciones, ya sea un mínimo incremento o la posibilidad de acceder a una moratoria para alcanzar el beneficio. La votación concluyó con 160 votos a favor de insistir con la ley y 83 votos en contra. Con este resultado, la oposición estuvo a dos voluntades de conseguir los dos tercios necesarios para rechazar la determinación del presidente Milei.
LA BRECHA SE ABRE, EL SISTEMA COLAPSA
El resultado más visible e inmediato es la ampliación abismal de la brecha entre ricos y pobres, sector este lindante en la actualidad con la indigencia. Mientras unos pocos especulan con dólares, la mayoría se hunde precisamente en la indigencia. Esta fractura social tiene un nombre concreto en el ámbito de la salud: es la diferencia entre quien puede pagar una medicación vital en el mercado libre y quien debe rogar por ella en un hospital público desbordado. Y es aquí donde la crisis alcanza su punto crítico: el colapso inevitable del sistema sanitario público. (cuestion advertida por innumerables profesionales de la salud).
Las salas de espera de los los hospitales, y de los centros de salud periféricos se han convertido en un termómetro de la desesperación. El personal médico, heroicamente sobrecargado, enfrenta una marea creciente de pacientes cuyas patologías son directa consecuencia de la crisis socioeconómica. Ya no se trata sólo de abordar una enfermedad, sino de lidiar con sus detonantes sociales: la falta de acceso a alimentos adecuados y la imposibilidad de costear tratamientos
EL IMPACTO EN LA SALUD: UN DIAGNÓSTICO PREVISIBLE Y EVITABLE
- EL HAMBRE COMO POLÍTICA SANITARIA: La malnutrición proteico-calórica ya no es una posibilidad, es una realidad masiva. La elección forzosa entre «comer o medicarse» está generando una población debilitada, con pérdida acelerada de masa muscular (sarcopenia), lo que aumenta exponencialmente el riesgo de fracturas y pérdida de autonomía en los adultos mayores. El sistema inmune deprimido deriva en infecciones respiratorias y gastrointestinales más graves y frecuentes. Las enfermedades crónicas se descontrolan por la falta de una dieta adecuada, sumando un factor de riesgo evitable.
- LA TRAGEDIA DE LA NO ADHERENCIA: La desregulación y el «libertad de precios» en medicamentos ha sido una sentencia de muerte para muchos. Los pacientes crónicos y terminales abandonan sus tratamientos porque son financieramente inalcanzables. Esta no adherencia terapéutica masiva es la antesala de complicaciones graves, descompensaciones y muertes prematuras que saturan los servicios de guardia y generan internaciones evitables. El ahorro en déficit fiscal se paga con vidas de miles de argentinos y con un costo humano y sanitario infinitamente mayor a futuro.
- ESTRÉS, AISLAMIENTO Y SALUD MENTAL: La incertidumbre constante, la angustia de no llegar a fin de mes y el aislamiento forzado por no poder pagar el transporte público (cuyo precio se disparó) son venenos para la salud mental. Cuadros de depresión, ansiedad y exacerbación de enfermedades preexistentes son son la nueva normalidad en las consultas. El ajuste no sólo es fiscal, es neuronal.
- LOS DOBLEMENTE CONDENADOS- CRÓNICOS Y TERMINALES: Para quienes padecen enfermedades como cáncer, insuficiencia renal o cardíaca, la situación es un callejón sin salida. La combinación de precios desregulados en medicamentos paliativos y apoyos, sumado al desmantelamiento de programas de apoyo, los condena a una agonía sin alivio y sin dignidad. En algunos casos la falta de obra social los abandona a su suerte en un sistema público que no da abasto.
- EL FANTASMA DE LA EUTANASIA FORZADA: CUANDO EL ESTADO ABANDONA
En este contexto de desprotección absoluta, emerge un concepto aterrador: la eutanasia forzada. No se trata de la muerte médicamente asistida, un debate ético complejo que requiere consentimiento informado y marcos legales estrictos. Hablamos de otra cosa. Es la muerte lenta, silenciosa e impuesta que resulta del abandono estatal sistemático. Es la eutanasia por desamparo: la que se aplica cuando un enfermo terminal abandona su tratamiento porque no puede costearlo; cuando un adulto mayor con diabetes se descompensa porque tuvo que elegir entre comprar su insulina o alimentar a su nieto; cuando un paciente oncológico deja la quimioterapia porque el viaje al hospital de referencia es impagable.
Esta «eutanasia» no es una elección libre. Es la consecuencia directa de políticas nacionales erróneas que privilegian números sobre personas, que sacrifican vidas en el altar del déficit cero. El Estado, al retirar su red de contención, se convierte en un actor pasivo pero responsable de acortar deliberadamente vidas y de negar el derecho a una muerte digna, con alivio del dolor y acompañamiento. Es la medicalización de la miseria: se deja morir a los que el sistema considera una carga económica. Dicho de manera asistimos como espectadores y victimas de una Estado que delinque por una conducta omisiva o de omisión, como es el negar asistencia a los mas vulnerables.
Hay que despertar: lo que se vive en el país es un grito de alerta desde la primera línea de fuego. La política de ajuste del gobierno nacional está produciendo un daño humanitario evitable en La Rioja y el resto del país. El «éxito» de un superávit fiscal logrado sobre la espalda de los más débiles es un fracaso ético y social. Estamos presenciando cómo se aplica una forma lenta y burocrática de eutanasia forzada contra los más vulnerables.
Se requiere, con carácter de emergencia, una intervención inteligente y compasiva: Políticas de Precios Cuidados (o accesibles) específicas para medicamentos esenciales y alimentos de la canasta básica; Refuerzo urgente del presupuesto sanitario para paliar el recorte nacional y evitar el colapso total; Programas de Acceso a la Alimentación que aseguren proteínas y nutrientes, no sólo calorías vacías.
La salud de una sociedad no se mide por los números de su déficit, sino por el bienestar de sus abuelos, sus enfermos y sus pobres. Dejar que se mueran por hambre o por falta de medicamentos en nombre de un equilibrio económico es una derrota para todos. Quienes tienen delegado el poder de representarnos les corresponde un accionar responsable, coherente y humanitario. No se puede aceptar este costo que linda el genocidio de los mas vulnerables. El tiempo de actuar es ahora.

