El texto está titulado como “Hay que volver a empezar” y remarca que la “Unión Cívica Radical atraviesa una crisis de dimensiones colosales que perjudica de manera notable su capacidad de influir sobre las decisiones sociales”, y en tal sentido evalúan que la fuerza política que los nucleó está “dispersa, sin estrategia, postergando la defensa de sus valores básicos”.
Asimismo acusan a la conducción liderada por Ernesto Sanz de “funcionar nada más que como una maquinaria electoral organizada para proteger los intereses de cierta dirigencia cuyo principal objetivo consiste en ocupar cargos públicos, apelando a cualquier tipo de alquimia aliancista”.
No obstante los dirigentes señalan que “nos consta que muchos militantes poseen sincera vocación política, además de auténtica identificación con las ideas del radicalismo, pero un sector cada vez más importante de la opinión pública- especialmente en el Gran Buenos Aires y entre los jóvenes- nos ve como un soporte de candidaturas que sólo sirven a las ambiciones y los intereses de algunos políticos que, por otra parte, se eligen y suceden a sí mismos. De ahí a la insignificancia hay un sólo mínimo paso”.
“La cuestión de fondo -advierten- consiste en que por ese camino, la Unión Cívica Radical ha diluido su identidad y ha perdido una parte substancial de su representatividad. La búsqueda del resultado electoral como fin en sí mismo la llevó a aceptar componendas que la vaciaron de contenido, extraviándola por rumbos ajenos a su origen y su trayectoria histórica, siempre identificada con la causa popular”.
Con este argumento, los veteranos dirigentes denuncian que “la búsqueda de la supervivencia electoral a cualquier precio comprometió su inserción social: como era previsible, esa manera de buscar el voto nos alejó de la gente”, al mismo tiempo remarcan que “los partidos deben competir por el poder y para hacerlo, las alianzas electorales son un instrumento útil. Pero deben estar constituidas por organizaciones ideológicas y culturalmente afines, apoyadas en propuestas coherentes, bien pensadas e inspiradas en el bien común. Esa será la única manera de reconquistar influencia social para así poder gobernar después de ganar”.
El grupo evalúa que “los partidos políticos, concebidos como instrumentos de vinculación dinámica entre la sociedad y el Estado, son una de las bases del buen funcionamiento democrático, pero hoy padecen un notorio desprestigio” y señalan que “el sistema político argentino está desvalorizado y contaminado por intereses personales o sectoriales que operan para la instalación de oligarquías dispuestas a capturar el poder como si fuese su propiedad privada”.
Sin embargo apuntan que “hay demasiados dirigentes -especialmente en el gobierno – incapaces de resistir la tentación del dinero”.
“Las maniobras crudamente electorales comprometen a la Unión Cívica Radical, le quitan intensidad moral y la debilitan para impedir esa deriva oligárquica. El trato humillante y desconsiderado otorgado por los socios actuales es un signo evidente de su soberbia pero más que nada, de la debilidad del radicalismo”, dice otro párrafo del documento al valorar la situación actual del partido en la alianza Cambiemos.
Después de un largo reconocimiento a la juventud por sostener las reivindicaciones históricas del radicalismo, el grupo de dirigente propone que “los radicales debemos recuperar inserción social, a partir de un programa moralmente íntegro, conceptualmente sólido y operativamente moderno y eficiente, que también servirá para recuperar un sistema político”.
“Nuestro objetivo central -dicen- debe volver a ser la defensa de la libertad en el marco de la mayor igualdad posible”.
Finalmente sostienen que “debemos recuperar nuestra autonomía que ha sido comprometida por maniobras electorales de puro contenido especulativo. Con ideas y actitudes claras y con confiabilidad ética, la Unión Cívica Radical volverá a ocupar su espacio en el corazón y en el pensamiento del pueblo”.

