En este marco, Francisco se refirió a la parábola del administrador infiel, en la que incluso su amo hace un elogio del engaño: «¡Esto es un elogio de la corrupción, una costumbre mundana y fuertemente pecaminosa!»
El Papa aseguró que no todos caen en esa tentación, pero sí por desgracia, «algunos administradores de empresas, algunos administradores públicos, algunos administradores del gobierno…».
Para ellos, el Sumo Pontífice les dejó un mensaje. Quien lleva a casa dinero ganado con la corrupción «da de comer a sus hijos pan sucio. Y sus hijos, quizá educados en colegios caros, quizá crecidos en ambientes cultos, han recibido de su papá como alimento la suciedad, porque su padre, llevando pan sucio a casa ha perdido la dignidad. ¡Y esto es un pecado grave!», sentenció.
El Papa insistió en que la corrupción es un pecado grave y que esa práctica, la del soborno, se puede convertir en una dependencia: «Comienza quizás con un pequeño sobre, pero es como la droga, ¡eh!», alertó.
«Es una costumbre que no viene de Dios: ¡Dios nos mandó a llevar el pan a casa con nuestro trabajo honesto! ¡Y este hombre, el administrador, le daba de comer a sus hijos pan sucio! Y sus hijos quizás eran educados en colegios caros, quizás crecidos en ambientes cultos, pero habían recibido de su padre, como comida, suciedad, porque su papá, llevando pan sucio a casa, había perdido la dignidad», explicó. «Y éste es un pecado grave, porque se empieza con una pequeña coima, pero es como la droga ¿eh?», advirtió