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La metáfora de Alfredo Casero en defensa de Macri

26 de agosto de 2018La metáfora usada por Alfredo Casero para narrar su perspectiva político-social se ha viralizado hasta ser tomada como símbolo del oficialismo. Pero ¿qué significará querer y pedir flan?. Históricamente la literatura ha utilizado metáforas tanto para embellecer sus producciones como para poder alcanzar niveles de comprensión y sentido que con el mero hablar no podrían tocarse.

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Por Federico Mana

https://youtu.be/YQ6o-fBIsCM

Para el filósofo Paul Ricoeur aquella buena metáfora es la que se vuelve imposible de traducir a palabras más llanas. Es decir que para él existen las “falsas metáforas” que no son más que aquellas construcciones que se pueden reemplazar fácilmente con otras palabras y llegar así a su sentido literal.

No obstante, las “verdaderas metáforas” son intraducibles, su sentido se da en la existencia de un espacio inabarcable entre el sentido literal y el sentido figurativo: se la utiliza, como decíamos, para hablar sobre aquello que de otra forma sería imposible de acceder con nuestro lenguaje. Por todo ello, concentrándonos en el grito de “flan” de Casero, podemos preguntarnos si su discurso pretendió construir una metáfora falsa o verdadera al decir de Ricoeur.

¿Somos los ciudadanos tan estúpidos como Casero nos quiere decir?

Antes que nada intentemos recomponer la tan mentada metáfora del flan. En su entrevista con Alejandro Fantino el humorista analizó la situación actual del país narrando una historia en donde a un padre se le quema su casa perdiendo todas sus posesiones en el incendio y cuyos hijos (unos doce) sin la menor capacidad de comprender el daño acontecido no hacían más que exigirle que les prepare flan, a los gritos, sin escuchar ninguna de las explicaciones que su padre le daba respecto a por qué se le hacía imposible darles aquello que, a la luz de los hechos, debiera considerarse un lujo.

¿Puede esta metáfora traducirse para que recobre su sentido literal? Si hacemos el esfuerzo podemos comprender que para Casero la casa representa al Estado, el incendio al paso del gobierno anterior, el padre al oficialismo, los hijos al pueblo argentino y el flan a todas aquellas exigencias que se le reclama al Estado. Como bien se puede observar no hay mucha más profundidad que esto por lo que podríamos señalar a la metáfora como “falsa”.

Aunque claro, el debate debería centrarse en si el diagnóstico (casa incendiada igual a Estado) es correcto y sobre qué representa el postre hecho a base de huevos y azúcar.

¿Son los reclamos de trabajo, economía equitativa, salud y educación un lujo que no debiera reclamarse? ¿Somos los ciudadanos tan estúpidos como Casero nos quiere decir?

Asimismo es interesante señalar la apropiación a-crítica que hizo el oficialismo de esta metáfora por la premura en ver en ella un ácido juicio a lo que considera como “populismo”.

Desde esta visión el “flan” representa a todas las necesidades que los ciudadanos debieran poder resolver por sí mismos, quitando al Estado la responsabilidad de velar por ellos y convirtiendo a los derechos primordiales en bienes y servicios accesibles sólo para aquellos que lo puedan pagar, aquellos que se lo merezcan.

A este respecto, la metáfora se ha convertido en una nueva defensa a la meritocracia, al discurso del Estado ausente, del sálvense quien pueda. Hoy el Estado está ocupado en reconstruir la casa (con los ladrillos de los LEBAC, la deuda externa, el ajuste y el FMI) y no puede estar encargándose de los pedidos extravagantes de sus hijos. ¿Serán conscientes los diputados y senadores que cantan a viva voz “queremos flan” que caen en la contradicción de atacar lo que ellos dicen defender?

Sin duda la contradicción no les importa. Ricoeur también hablaba de las “metáforas vivas” que sólo han de ser interpretadas entendiendo el conjunto de interpretaciones que las componen, mientras que su contraposición, las que podríamos denominar como “metáforas muertas” son aquellas que a base de repetición constante cobran un valor literal que se aleja de su expresión simbólica.

¿Cómo traducimos esto? El “flan” fue tomado por un sector político como signo resumido de todas las críticas al “populismo” sin siquiera tratar de profundizar en su contexto original, sin detenerse a pensar si al usarla proponen una alternativa de construcción o muestran sus prejuicios más arraigados.

Sin duda alguna es confuso para muchos ver cómo los que dicen representar al padre repiten ciegamente las demandas de sus hijos. ¿Por qué habrá ocurrido esto? Quizás porque es la forma que han encontrado de denostar cualquier voz que demande al Estado que cumpla con su función inclusiva y de garante de las necesidades esenciales de sus ciudadanos. Así entonces tal vez el problema no sea tanto quienes piden algo sino los que quieren hacer pasar derechos básicos por demandas extravagantes para así poder quitarse la responsabilidad de encima.

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