Llego como colaborador a las pruebas de calles, quizás convocado por el amor propio de hacer un deporte. Eligió esta disciplina y de a poco comenzó a participar. Sin resultados para titular en un diario, pero si para reconocer su esfuerzo, por su historia de vida, y amor por el deporte.
Poco a poco fue subiendo su nivel, pero eso es secundario cuando, el día antes a las carreras, u horas antes, se lo encuentra en una esquina limpiando vidrios de autos, que en su mayoría con el dedo índice, con el acusador a veces, lo movemos de un lado a otro, indicando «NO», que significa un «SI», a la ignorancia por la realidad de un joven atleta.
Ese es Matías, el que horas antes de una prueba, corre detrás de un camión recolector de residuos levantando la basura, que nosotros mismos generamos, y que a veces como sobra, se va aquello que muchos necesitan para su sustento.
Ese es Matías, que va y va, trotando y pasando su vida, en un sentimiento que roza la pasión por esta disciplina, sabiendo que lo aleja de los vicios, y de muchas realidades que a veces no queremos ver en nuestros jóvenes y porque no en nuestros propios hijos.
Sumiso, callado, nunca tomando protagonismo de nada, pero siempre con su orgullo de entregar todo en cada maratón, sea cual fuese el resultado.
Ahí está Matías, el pibe que no tiene su nombre estampado en los titulares periodísticos por ganar carreras, pero si tiene un título, de mucho orgullo y con un sabor que muy pocos pueden saborear, ganarle a su realidad, para seguir siendo un ejemplo a imitar, y un campeón de la vida… Ese es Matías.


