Aun cuando se trate de un hecho sabido, por cuanto la aritmética electoral torna imposible pensar en una reforma constitucional para propiciar una segunda reelección consecutiva, no pudo dejar de llamar la atención que la primera mandataria enfatizara ante sus invitados que en 2015 cumplirá su ciclo y dejará la Casa Rosada. No menos curiosas resultaron algunas frases presidenciales que dejaron picando sus sentimientos personales, tales como «Ya soy abuela», «No van a estar mejor porque yo no esté» o «Me van a extrañar».
Según empresarios que asistieron al encuentro, el trato que les dispensó la Presidenta fue menos hostil que otras veces, aunque no menos firme a la hora de defender las políticas de su gobierno y de obviar cualquier autocrítica.
Existe entre no pocos de los hombres de negocios que viajaron a Río Gallegos la convicción de que ni al país ni al Gobierno le alcanza con un cambio de relato, puesto que se imponen correcciones al modelo económico. Claro que prácticamente ninguno de los empresarios que estuvieron en el encuentro se animó a decírselo con todas las letras a la jefa del Estado.
Sí se insinuó algún intercambio de opiniones sobre la tan reclamada disminución del peso del impuesto a las Ganancias para los asalariados. Pero, por el momento, lo único que quedó claro es que, si bien habría voluntad del Gobierno para elevar el mínimo no imponible, hay incertidumbre sobre la forma en que se compensaría la pérdida de recaudación fiscal.
Ni la Presidenta se muestra dispuesta a ver disminuidos los recursos del Estado ni los empresarios acercaron ideas para superar la brecha fiscal que provocaría la reforma del Impuesto a las Ganancias para los trabajadores.
Nadie aludió a lo que aparenta ser la madre del borrego: desde 2007, el gasto público del Estado nacional viene creciendo a niveles más elevados que la recaudación. Y a nadie escapa que en la década kirchnerista han crecido en nada menos que un millón los empleos públicos.
Sobre la competitividad, se advirtió un esfuerzo de la Presidenta por hallar alternativas que dejen de lado el camino de la devaluación del peso. Fue aquí cuando algunos empresarios plantearon la necesidad de terminar con la superposición de imposiciones fiscales de la Nación y las provincias, de reducir el costo de los fletes y de bajar los costos laborales, en especial en lugares del país donde la mano de obra es menos calificada. Frente a este último reclamo, Cristina Kirchner sorprendió a muchos de los presentes cuando sugirió que ciertos salarios no debían seguir aumentando el 25% anual.
La inflación estuvo presente, aunque de la fuerte expansión monetaria y de la utilización de los recursos del Banco Central para financiar el gasto público no se habla en el Gobierno.
Pese a la estrechez financiera, las autoridades proyectarían en lo inmediato, y con el velado propósito de mejorar sus perspectivas en los comicios de octubre, líneas de créditos hipotecarios para la compra de viviendas usadas y más anuncios de obras públicas en determinados municipios electoralmente estratégicos.
Mientras tanto, la Presidenta busca dar otro tipo de señales hacia el interior del justicialismo. Para no pocos observadores, el espacio de diálogo abierto anteayer, y del que premeditadamente han sido excluidos el campo, determinadas organizaciones empresariales como AEA y el sindicalismo opositor, se acercará más a un monólogo presidencial que a un debate de ideas. Más que a un diálogo genuino que pueda traducirse en el diseño de políticas de Estado a partir de consensos, la convocatoria parece hasta ahora dirigida a mantener a Cristina Kirchner en el centro del escenario tras el golpe de las PASO. Es claro: si de alguien no se apiada el peronismo es de un gobernante débil. La pregunta que fluye tras el encuentro de Río Gallegos es si muchos de los asistentes al encuentro seguirán siendo tan comedidos tras el 27 de octubre..
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