El fundador de Al Qaeda y autor intelectual de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, que acabaron con la vida de más de 3.000 personas, antes de enfrentarse a Estados Unidos lo hizo con la Unión Soviética y sus acciones eran motivo de elogio y de ensalzamiento. Un artículo de 1993 del periódico británico The Independent da buena muestra de ello.
El titular es el primer gran ejemplo: “Guerrero antisoviético pone a su ejército en el camino de la paz”. El antetítulo también continúa con la explicación:
El hombre de negocios saudí, que reclutó muyahidines, ahora los utiliza para la construcción de proyectos a gran escala en Sudán.
Pero es que además el texto está lleno de perlas que poca gente creería hoy en día que vienen de un periódico occidental, tan críticos con Bin Laden, como con Al Qaeda y el terrorismo internacional en general.
“Con sus pómulos altos, los ojos estrechos y una túnica larga marrón, el señor Bin Laden parece cada pulgada del guerrero de montaña de la leyenda muyahidín”, es uno de los párrafos del texto.
Sin embargo, el paso de los años hizo que el terrorista fuese variando su posición y de fiel aliado se convirtió en su peor enemigo, ese que Estados Unidos estuvo persiguiendo sin éxito casi una década hasta que finalmente en mayo de 2011 fue abatido en Abottabad (Pakistán).
Una historia que no es la primera vez que se repite, ya que Sadam Husein fue otro aliado de Occidente y concretamente de los Estados Unidos, hasta que cayó en desgracia y terminó perdiendo el poder primero y poco después la vida al ser ejecutado en diciembre de 2006.
Dos sucesos que muestran la volatilidad de las alianzas en el sistema internacional y que prueban que lo que hoy se da por seguro, mañana puede estar en duda.