Redacción de RiojaLibre
Se estima que en La Rioja hay un 70% de electores presos de la grieta que invade a la política argentina: o Macri o Cristina, no existe otra alternativa para este sector. Sin embargo, queda un nada despreciable 30% vacante a disputarse.
En las próximas elecciones, Roberto Lavagana es el favorito para quedarse con la gran mayoría del ciudadano independiente, que se opone a la política económica del Gobierno Nacional pero de ninguna manera quiere volver al Kirchnerismo.
En La Rioja no había referencia local del ex Ministro de Economía. Y hablamos en pasado (había) porque desde hace algunos días Tere Luna terminó de cerrar el acuerdo político con la Junta Promotora Nacional Oficial Lavagna Presidente 2019, que designó a la Senadora mandato cumplido como coordinadora política en La Rioja.
De esta manera, a su constante trabajo en defensa de los derechos de la mujer y la participación femenina en la política, ahora la ex Senadora suma un ingrediente vital: referencia nacional. Todo indica que las elecciones provinciales serán de manera conjunta con las presidenciales, el 27 de Octubre, por lo que será imprescindible contar con un candidato a Presidente para tener ‘lista completa’.
Con el acuerdo con el lavagnismo, crecen sustancialmente las posibilidades de que Tere Luna sea candidata a Diputada Nacional.
Por qué Lavagna es la persona ideal para conducir la Argentina
Por Florencia Casamiquela
La irrupción de Roberto Lavagna como candidato presidencial es un hecho que generó el desconcierto de lo que no ha sido previsto, de lo que no ha sido vaticinado. No trabajó su candidatura, no la buscó, no nos quiso convencer de ser el hombre providencial de nada. Al revés: el momento histórico fue quien lo convocó, la necesidad ciudadana de construir un nuevo tipo de liderazgo fue quien lo trajo a la arena de la disputa electoral. Así, repentinamente, apareció aquella foto con sandalias y soquetes que tanto dio que hablar. Un hecho trivial en sí mismo que se convirtió en un símbolo cargado de sentido. Unas sandalias con soquetes como síntesis de la humildad frente a la fatuidad de las candidaturas pretenciosas construidas con big data, couching, aparato y campañas millonarias en las redes.
Nos hemos cansado de escuchar que en política electoral es más importante la imagen que el concepto, el envase que el contenido, la estética que la ética. El vaciamiento de sentido de las cosas, postulado por Cambiemos, venía a quitarle dramatismo a la convivencia política, o al menos eso decían mientras nos prometían la placidez de una vida sin conflictos. Pero la vacuidad y la incompetencia hicieron estragos en el tejido productivo y social.
Lavagna vino a sepultar la fraseología gastada de la política concebida como mero producto del mercado electoral. La política debe recuperar su densidad conceptual para pensar un proyecto de largo plazo. Así es como nos propone un cambio copernicano en el modo de conducir los asuntos públicos desde los espacios de representación popular.
Y aquí aparece una nueva perplejidad. Lavagna no viene cargado de promesas ni nos convoca a transformaciones épicas. Propone un programa de apariencia minimalista, sobria, elemental casi. Pero en el país del caos cotidiano lo pretendidamente sobrio y elemental representa un cambio profundo de vastos alcances.
El hombre de las sandalias no viene a fundar una nueva dinastía ni a postular soluciones mágicas. Viene a decirnos que es posible recomponer el tejido productivo, que es posible estructurar nuevos lazos sociales alrededor del trabajo y de la cultura del esfuerzo. Para eso hay que proyectar un liderazgo firme, legitimado en consensos múltiples que interpelen a diversos sectores del quehacer nacional.
El escenario político luce fragmentado y disperso en distintos espacios. No hay una mayoría sino varias minorías. Es necesario, entonces, inaugurar una nueva etapa consistente en la capacidad de articular esas minorías en consensos duraderos sobre denominadores comunes que nos permitan salir de la crisis actual. Simple, casi de sentido común, pero profundamente novedoso si consideramos que el clivaje grieta-antigrieta signó la práctica política de los últimos tiempos.
Gane quien gane la próxima presidencial, nadie va a tener mayoría legislativa propia. Por eso es necesario salir del infantilismo absurdo y animarnos a proponer una nueva manera de entender la política y el ejercicio de gobierno. Queremos trabajar la idea del consenso como vector que nos permita construir las fortalezas que hoy no existen, para así poder acometer definitivamente la tarea de poner de pie a la Argentina. Ya lo hemos hecho en oportunidades anteriores, y podemos volver a hacerlo.
*La autora es dirigente lavagnista.